Libertad y Ética por Francisco Capella

Destaco:

Una persona es libre si los demás respetan su propiedad, si no le agreden, si le permiten decidir en su ámbito legítimo de control según su voluntad, si le dejan ejercer su derecho negativo a no ser coaccionado. La libertad es el respeto al derecho de propiedad privada, la ausencia de violencia. Libertad es autodeterminación y autogobierno de cada persona en el ámbito de su propiedad. La libertad es la condición de un ser humano relativa a las demás personas de ausencia de violencia en sus relaciones (la violencia es el inicio del uso de la fuerza contra la propiedad ajena). La libertad es un concepto social y ético, aplicable a personas individuales viviendo en sociedad respecto a sus posibles relaciones (no tiene sentido hablar de personas libres completamente solitarias). Un individuo es libre cuando sus relaciones humanas son voluntarias, no forzadas. Una sociedad es plenamente libre cuando son libres todos los individuos que la forman. La paz es el estado ideal de libertad, la ausencia total de cualquier agresión.

El liberalismo no es equivalente a la liberalidad, la generosidad, el desprendimiento, la virtud moral de quien distribuye sus bienes sin esperar recompensa. La solidaridad es compatible con la libertad siempre que no sea obligatoria o forzada. La liberalidad suena muy bien, se anima a los demás a dar y así tal vez el individuo reciba algo; el liberalismo tiene un efecto emocional más humilde, se limita a condenar la violencia y denuncia la solidaridad coactiva.

Algunas personas al actuar pueden sentirse restringidos en sus opciones por la posibilidad de rechazo o valoración negativa de los demás (circunstancia siempre posible), pero esto no es coacción en absoluto, ni aunque se trate de unas pocas personas muy influyentes o con mucho poder. Adaptarse a las preferencias ajenas y plegarse a la conformidad es opcional, siempre es posible asumir el disgusto ajeno, y nadie tiene derecho a reclamar valoraciones diferentes a los otros. Adaptar los planes a las posibles reacciones de los otros no es equivalente a ser forzado por ellos. El rechazo social es de hecho un mecanismo legítimo para conseguir conductas sociales evitando utilizar la fuerza física.

...El oferente de un servicio particularmente escaso y vital no coacciona al negarse a venderlo o al pedir un precio alto...No querer relacionarse con alguien no es coaccionar al rechazado.
La necesidad no genera derechos frente a quienes podrían resolver el problema.
Que la coacción sea igual para todos tal vez incluso sea peor que si algunos pueden librarse de ella.

Las leyes humanas pueden ser inadecuadas y son violables, lo cual no sucede con las leyes naturales.
No existe el libre albedrío si este se entiende como la capacidad de decidir incausada, surgida de la nada, espiritual, sin soporte causal material. Los seres humanos eligen entre diversas alternativas de acción percibidas como posibles.
 
Los seres humanos son agentes autónomos intencionales, máquinas de supervivencia capaces de realizar elecciones sobre conductas alternativas. La voluntad humana no es algo sobrenatural o mágico, es el resultado de la sofisticación evolutiva de capacidades animales naturales previas y más básicas.
 
Los agentes intencionales son planificadores, anticipadores, simulan mentalmente posibles cursos de acción futuros alternativos y sus resultados previsibles, y eligen la opción más valiosa; no son simples máquinas reactivas que asocian de forma irreflexiva mediante reglas fijas una reacción a una situación ambiental.
 
El organismo que no intenta controlarse a sí mismo o a los medios del mundo exterior fácilmente se verá dominado por otros que sí lo hagan y que serán evolutivamente más exitosos.
 
La voluntad humana es una capacidad compleja resultado de la combinación natural que existe en el mundo real de determinismo y aleatoriedad. Las leyes naturales causan los estados y procesos mentales que originan las decisiones humanas.
 
La voluntad no es una primera causa incausada, no es una originalidad espontánea, no es la capacidad de desear lo que dicte la razón. La voluntad no es independiente del ambiente externo o el estado interno del individuo, necesariamente debe estar conectada con la realidad para recibir información de ella y adecuar el comportamiento al entorno.
 
Las relaciones de causa y efecto de la historia del universo no se detienen cuando una persona toma una decisión. El proceso de decisión se basa en relaciones naturales de causa y efecto entre los diversos componentes del cerebro y su interacción con el entorno. Todo sistema físico o es determinista o es aleatorio o una combinación de ambos. Las decisiones humanas ni son completamente aleatorias ni son causa de sí mismas.
 
El ser humano actúa en función de lo que quiere, pero no decide conscientemente los contenidos de su voluntad, sino que estos le son dados desde el inconsciente. La persona no actúa para querer ciertas cosas, sino porque quiere ciertas cosas, porque su sistema de acción intencional se activa por objetivos percibidos como valiosos.
 
La libertad, la capacidad de elección y el determinismo estructural son compatibles. Los seres humanos son sistemas vivos mecanicistas determinados por su estructura. Un ser humano posee un sistema cognitivo enormemente complejo. La mente humana tiene múltiples subsistemas, conscientes e inconscientes, en permanente interacción cooperativa y competitiva. El ser humano puede tomar decisiones, y el proceso de elección es el resultado causal de la interacción compleja de su sistema cognitivo con la situación. Todo proceso cognitivo es resultado de la actividad interna del sistema y de la interacción entre el sistema cognitivo y el entorno. Los seres humanos y sus circunstancias son tan complejos que son únicos e irrepetibles, es prácticamente imposible que dos personas o situaciones sean exactamente idénticas. La libertad significa que el individuo elige por sí mismo, según su voluntad y sus capacidades, sin interferencia violenta de otras personas.
 
La libertad se refiere a no estar restringido u obligado de forma coactiva, y esto no es lo contrario del determinismo y la causalidad.
 
La ausencia de determinismo es la aleatoriedad. Un sistema puede ser completamente determinista, completamente aleatorio o parcialmente determinista y parcialmente aleatorio, y no existen otras alternativas. Lo opuesto al determinismo no es la voluntad o la libertad. El determinismo naturalista a menudo se interpreta erróneamente como que un solo factor influye de forma total y absoluta sobre un resultado.
 
El determinismo no es lo mismo que el fatalismo. Según el fatalismo el futuro es independiente de las acciones humanas. La capacidad de acción humana es limitada, y hay cosas que están fuera del alcance del control humano, pero el fatalismo estricto es falso: las acciones cambian el mundo (por eso se efectúan, los agentes intencionales son evolutivamente exitosos). El determinismo implica una ligazón causal continua entre el mundo y los agentes: lo que una persona sabe y quiere depende de su historia pasada (lo que ha hecho y le ha sucedido) y determina su conducta futura en interacción con los sucesos del entorno.
 
El determinismo no es lo mismo que la inevitabilidad: la mente humana utiliza las regularidades deterministas para evitar peligros y amenazas mediante acciones adaptativas. Es inevitable aquello sobre lo que no se puede hacer nada, que no puede cambiarse, pero no todo es inevitable.
 
El determinismo no sólo no es un problema, sino que es imprescindible para la elección y la acción: el conocimiento de las regularidades naturales de la realidad es imprescindible para la acción intencional acertada que planifica operaciones sobre medios que permiten alcanzar con ciertas garantías los fines deseados.
 
El concepto (ético, moral y legal) de responsabilidad personal se refiere a un entorno social en el cual las normas de conducta se aplican a individuos respecto a sus acciones (según consecuencias, según intencionalidad, según conocimiento, o según una combinación de todos ellos): el agente causante puede esperar represalias legítimas (castigos, exigencia de compensaciones) si sus acciones dañan a otros. Las normas son parte de la cultura del grupo comprensibles por un cerebro procesador de información, que las tiene en cuenta al intentar prever los posibles resultados de los comportamientos alternativos disponibles para el agente.
 
La responsabilidad es un concepto ético; la sensación de responsabilidad es psicológica. La libertad es un concepto ético y social (ausencia de coacción); la sensación de libertad es psicológica.
 
Si no se permite que la persona tome decisiones libres y disfrute o sufra las consecuencias, no aprenderá la relación entre acciones acertadas y resultados deseados (y acciones erróneas y resultados no deseados), no desarrollará hábitos adaptativos exitosos (virtudes).
 
Hacer a las personas legalmente responsables sirve para enseñarles cómo integrarse cooperativamente en la sociedad y para disuadirles de comportamientos socialmente indeseables (reconocer la alta probabilidad del castigo disminuye la probabilidad de cometer el delito).
 
Los colectivistas culpan de forma confusa y difusa a toda la sociedad en lugar de señalar claramente a delincuentes y criminales.
 
Es éticamente legítimo intentar influir sobre el desarrollo de la personalidad y la conducta de los demás, pero el estado lo hace de forma coactiva; la familia y la sociedad civil pueden instruir adecuadamente a las personas. El aprendizaje del autocontrol se ve facilitado en entornos sociales donde la responsabilidad se individualiza.
 
Las personas sistemáticamente incapaces de controlar sus impulsos violentos (violadores, pedófilos, pirómanos, cleptómanos, asesinos en serie) no merecen más protección que los ciudadanos normales, sino que son amenazas potenciales contra los demás: su libertad puede ser restringida en la medida en que son amenazas claras e inminentes. No tiene sentido castigar a quien no responde a incentivos, y no tiene sentido aplicar normas como sujetos éticos a quien no puede entenderlas y aplicarlas.
 
Si el criminal alega no ser responsable de su esencia, el justiciero puede alegar exactamente lo mismo.
 
Una persona recibe múltiples influencias a lo largo de su vida. Muchas son difícilmente separables, algunas pueden ser especialmente relevantes y marcar a una persona. Un niño no tiene posibilidad de defenderse de un adulto que abuse psicológicamente de él o lo maltrate, o si le enseñan a vivir como un delincuente tal vez no conozca otras alternativas. Pero la víctima recibe el daño directamente de un agresor y no tiene por qué investigar más allá para exigir una compensación. Un criminal puede protestar contra aquellos de quienes recibió malas influencias, pero esto no le exime de culpa por los daños que él mismo ha causado ha otros. La sociedad puede presionar moralmente a los adultos para que eduquen de forma adecuada a sus hijos para que al menos no sean un peligro para otros. Algunos individuos toman decisiones perjudiciales para sí mismos de forma sistemática y acumulativa, su conducta es destructiva, disfuncional, y no necesitan influencias ajenas para convertirse en amenazas sociales.
 
La responsabilidad es un concepto tan fundamental que es posible considerar que la ausencia de libertad no exime automáticamente de responsabilidad: una persona amenazada o coaccionada por otra es igualmente responsable de lo que les haga a otros individuos...Un agresor debe compensar a su víctima aunque haya sido a su vez amenazado por otro, y a su vez el amenazado puede defenderse y exigir su propia compensación al amenazante. El amenazador utiliza al amenazado como medio para indirectamente agredir a otra persona, pero el amenazado sigue siendo un agente que elige entre alternativas, puede negarse a cooperar.
 
Las personas son influenciables en grados diversos y tienen distintas habilidades para persuadir a los demás, que todos utilizan de formas más o menos conscientes y sistemáticas. El conocimiento de la psicología humana permite el desarrollo de diversas técnicas de manipulación mental que influyen sobre los procesos de decisión de los individuos y que son legítimas si no se basan en fraudes, estafas o coacción.
 
Pero adquirir información y procesarla es costoso, cierto nivel de ignorancia y confianza en expertos (agentes, delegados, representantes) es adecuado (distribución del trabajo, especialización). En las decisiones los seres humanos utilizan una racionalidad instrumental (indica cómo conseguir fines deseados) limitada e imperfecta. Es imposible asegurar que todas las decisiones serán acertadas, que no habrá arrepentimiento o efectos no deseados. Las personas tienen derecho a equivocarse, que es un factor esencial en el aprendizaje.
 
Si la persona común no sabe sobre algo, también puede tener problemas para saber a qué experto escoger y darle poder. Los presuntos expertos también son seres humanos falibles, pueden equivocarse y tender a proteger más sus intereses que los de los asesorados. Los expertos que actúan de forma ética proponen, no imponen (no asumen por defecto que todos deben hacerles caso y permiten a sus asesorados prescindir de sus servicios), actúan de forma parcial y local (no pueden saber de todo para todo el mundo), y compiten libremente (intentan satisfacer a sus clientes y aceptan que otros expertos puedan hacer lo mismo). Los sabios y benevolentes no coaccionan sino que intentan enseñar y persuadir.
 
Un contrato legítimo es explícito, una parte no puede simplemente asumir que la otra lo acepta porque no dice que no. Obligar a alguien a hacer algo y asumir un coste para evitar un contrato no es legítimo.
 
Pero las buenas intenciones no garantizan buenos resultados y los parásitos y depredadores pueden disfrazarse de altruistas desinteresados.
 
Una persona especialmente honesta puede ofrecer a los demás diversas opciones y además dar información adicional (por qué se las presenta de una determinada forma, posibles riesgos de diversas elecciones), ofrecer garantías de satisfacción y pedir sugerencias acerca de cómo mejorar la presentación de las alternativas. Frente a decisiones importantes (costosas) e infrecuentes (falta experiencia e información sobre reputación) la persona inteligente no se deja presionar o impresionar, piensa con cuidado y estudia la reversibilidad de la elección.
 
La promoción de la libertad es sobre todo educación, persuasión, formación, enseñanza. Contra las malas ideas se lucha legítimamente con buenas ideas, no con violencia. Contra las malas ideas que defienden el uso de la violencia (el inicio de la agresión) se lucha con buenas ideas que legitiman el uso de la fuerza (para la defensa y la justicia).

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