Ecologismo de apariencia. Bjørn Lomborg


Habrá quien diga que es necesario implementar un acuerdo amplio de reducción de emisiones a escala internacional, al estilo del protocolo de Kioto. Pero, como quedó al descubierto tras la farsa de reunión cumbre sobre el cambio climático celebrada en Copenhague en 2009, eso es imposible. Nadie espera que de la cumbre del próximo mes en Durban (Sudáfrica) salga algún acuerdo, y hay buenos motivos para este escepticismo: los Estados Unidos no pudieron poner en práctica un protocolo sobre cambio climático ni siquiera con el Partido Demócrata ocupando la Casa Blanca y con el control del Congreso, y las economías emergentes, con China e India a la cabeza, no están dispuestas a implementar medidas que obstaculicen su crecimiento.

Los políticos daneses (lo mismo que en otros países) aseguran que lograr una economía ecológica no costará nada, y que incluso puede ser un motor de mayor crecimiento. Lamentablemente, no es así. A escala global, existe una clara correlación positiva entre los índices de crecimiento y las emisiones de CO2. Además, casi todas las fuentes de energía limpia son todavía más caras que los combustibles fósiles, incluso cuando en el cálculo se incluyen los costos de la contaminación. No quemamos combustibles fósiles por mero afán de molestar a los ambientalistas, sino porque los combustibles fósiles posibilitaron prácticamente todos los avances materiales logrados por la civilización en los últimos siglos.

En Dinamarca, y en otros países, los políticos hablan como si ahora la realidad fuera otra: según ellos, la transición a una economía ecológica creará millones de nuevos “trabajos ecológicos”. Pero aunque los subsidios a las energías limpias creen más puestos de trabajo en los sectores beneficiados, también desplazarán una cantidad similar de empleos en otros sectores. Es lógico: alguien (los clientes o los contribuyentes) tiene que financiar los subsidios. El precio de la electricidad aumentará, y eso pondrá un freno a la creación de empleo en el sector privado. Si lo que se busca es crear puestos de trabajo, se lograría un crecimiento del empleo más rápido y sostenido aumentando la inversión pública en otras áreas (por ejemplo, en atención de la salud).


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