Elogio del olvido

Sebastiaan Faber.



¿Cabe definir el recuerdo colectivo como un deber moral? ¿Hallamos situaciones en las que sería preferible no saber qué ocurrió hace años? ¿Por qué no podría haber paz sin justicia? Las preguntas que plantea el ensayista neoyorquino David Rieff son fundamentales y de gran importancia para sociedades que, como la española, lidian con un pasado conflictivo y traumático. En junio de 2010, Fernando Savater publicó un artículo en El País en la que recomendaba este breve libro a sus compatriotas “para enriquecer su perspectiva”. Pero por más provocadores e importantes que sean los interrogantes que aborda Rieff, en su libro apenas  logra clarificarlos, ni responderlos de una forma que hagan justicia a su complejidad.

El tema principal de Against Remembrance —título de intención panfletaria que se puede traducir como “contra el recuerdo” tanto como “contra la conmemoración”—es lo que se ha dado en llamar la memoria colectiva o memoria histórica, es decir, las representaciones que las comunidades humanas elaboran y manejan sobre su pasado compartido—. El punto de partida es sencillo: ¿Es siempre bueno —se pregunta Rieff— recordar los eventos del pasado, rendir homenaje a sus víctimas y héroes? Bien mirado, ¿no hay muchos casos en los que, desde una perspectiva moral y política, resulta más recomendable el borrón y cuenta nueva? Las reflexiones que desarrolla el autor al respecto tienen su origen en su experiencia personal como periodista en la antigua Yugoslavia, donde vivió los terribles efectos de odios avivados por “recuerdos” colectivos de pasados mitificados y arteramente manipulados por políticos e intelectuales. “Con demasiada frecuencia”, extrapola, “la memoria histórica colectiva, tal y como ha sido entendida por comunidades, pueblos y naciones (…) ha llevado a la guerra más que a la paz, al rencor más que a la reconciliación, y a la determinación de buscar revancha más que al compromiso con la dura labor del perdón” (27-28). “No veo” —concluye— “por qué la noción nietzscheana del olvido activo es menos viable o menos moral, una vez que han muerto los sobrevivientes de un grave crimen y sus descendientes inmediatos, que la terca adhesión a la memoria como imperativo categórico” (127).

David Rieff nació en Boston en 1952. Es hijo único del matrimonio precoz entre Susan Sontag y el sociólogo Philip Rieff (cuando se casaron Sontag tenía 17 años; se divorciaron ocho después). En los años ochenta David fue editor en Farrar, Straus & Giroux, donde trabajó con Joseph Brodsky, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Desde comienzos de los noventa se ha venido perfilando como ensayista y comentarista de cierta prominencia en el ámbito anglófono. Es colaborador frecuente de The Nation, The New York Times, The New Yorker y, desde hace varios años, “contributing editor” del New Republic. (En 2008 se reveló como inteligente memorialista con Swimming in a Sea of Death, una reflexión personal sobre los últimos nueve meses de vida de su madre, que murió de cáncer en diciembre de 2004). 



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