Héroes, 8 de febrero: Miguel Rodríguez Fuentes, Ángel Astuy Rodríguez y Joseba Pagazaurtundúa Ruiz

Libertad Digital.

El 8 de febrero de 1980, sólo una semana después del asesinato de seis guardias civiles en Ispáster, se produjeron dos atentados consecutivos con apenas una hora de diferencia entre uno y otro.
En torno a las 21:15 horas era asesinado en Pasajes (Guipúzcoa) el comandante de Infantería MIGUEL RODRÍGUEZ FUENTES. El comandante Rodríguez Fuentes llevaba más de diez años impartiendo clases en la Escuela de Formación Profesional Don Bosco, clases que compatibilizaba con su profesión como miembro de las Fuerzas Armadas. Minutos antes de las 21:45 horas dos jóvenes que portaban bolsas de deportes entablaron conversación con el conserje del centro, al que convencieron de la necesidad de entrar en el recinto escolar para ultimar una serie de detalles sobre una prueba deportiva. Miguel había terminado sus clases y se dirigió hacia su vehículo, al que llegó a entrar y puso en marcha. Poco después se oyeron con nitidez varias detonaciones, que correspondían a los disparos realizados por los agresores. Según sus compañeros de profesión, recibió un mínimo de tres impactos de bala en la cabeza.
Miguel perdió la vida en el acto y quedó tendido sobre el volante de su automóvil, un Seat 131 de color blanco aparcado en batería junto a la puerta del centro escolar. Minutos después, compañeros del centro intentaron auxiliar a la víctima, que había perdido ya la vida.
De 44 años y natural de Argoños (Cantabria), Miguel Rodríguez Fuentes estaba casado y teníacuatro hijos. Pertenecía a la XIV promoción de la Academia General –la misma del rey don Juan Carlos, que asistió al funeral el 20 de febrero en la capilla de la Escuela de Estado Mayor- y se encontraba a punto de incorporarse a un nuevo destino en Santander.
Una hora después, a sólo 85 kilómetros, ese mismo 8 de febrero de 1980 era asesinado en Oñate (Guipúzcoa) el policía municipal ÁNGEL ASTUY RODRÍGUEZ. Era primo del comandante Rodríguez Fuentes. Ángel se dirigía a su trabajo para entrar en el turno de noche. Mientras caminaba por la calle de Aránzazu, fue tiroteado por dos terroristas que circulaban en un vehículo en el que se dieron inmediatamente a la fuga. Alcanzado por tres disparos, consiguió llegar hasta la puerta del Bar Vitoria para pedir ayuda, pero murió en la puerta del establecimiento.
En febrero de 1982 la Audiencia Nacional a dos miembros del grupo Besaide de ETA por el asesinato de Ángel Astuy. José Ramón Bidaburu Otaduy fue condenado a 26 años de prisión y Félix Bengoa Unzurrunzaga a 23. Bidaburru Otaduy se benefició en su momento de la amnistía de 1977 lo que no impidió que se integrase de forma casi inmediata en el grupo Besaide de la banda y participase en el asesinato de cuatro personas, entre ellas Ángel Astuy. Detenido en noviembre de 1980, fue condenado a un total de 158 años de prisión, de los que sólo llegó a cumplir 13. Por su parte, Félix Bengoa Unzurrunzaga, detenido a la vez que Bidaburru, salió de prisión en octubre de 1999 tras haber cumplido sólo 19 años de prisión de los 134 a los que fue condenado por su participación en varios delitos terroristas, entre ellos cuatro asesinatos.
Ángel Astuy Rodríguez tenía 48 años, y era natural de Isla (Cantabria), aunque llevaba nueve residiendo en Oñate. Estaba casado y tenía cinco hijos con edades comprendidas entre los 10 y los 20 años.
El 8 de febrero de 2003 es asesinado en Andoáin (Guipúzcoa) JOSEBA PAGAZAURTUNDÚA RUIZ. Poco antes de las 10:00 horas, mientras desayunaba, Joseba fue tiroteado en el Bar Daytona. Trasladado al Hospital Donostia, de San Sebastián, murió nueve horas después, en torno a las cinco de la tarde. Su familia donó sus órganos.
Era el primer atentado mortal de los dos que ETA cometió en 2003. El segundo fue el 30 de mayo en Sangüesa (Navarra) cuando dos policías nacionales, Julián Embid Luna y Bonifacio Martín Hernández, murieron por la explosión de una bomba adosada a los bajos de su vehículo.
Joseba, conocido por sus amigos como Pagaza, llevaba años amenazado, lo que provocó que tuviese que pedir una baja por depresión. Llegó a escribir, incluso, que “cada día veo más cerca mi fin a manos de ETA”. Algunos han dicho que lo suyo fue la crónica de una muerte anunciada entre la indiferencia, cuando no la hostilidad pura y dura, de las instituciones vascas.
Creció en un ambiente de izquierda antifranquista, militó de joven brevemente en ETA político-militar y después en el partido EIA, precedente de Euskadiko Ezkerra. Al unirse éste con el PSE, Joseba pasó a desempeñar un papel fundamental en la agrupación socialista de Andoáin, donde era sargento de la Policía Municipal. En el momento de su asesinato era un comprometido activista de la Iniciativa Ciudadana ¡Basta Ya!
En 1995 se detuvo a un colaborador del grupo Donosti con información detallada sobre Joseba. Debido a los muchos intentos de atentado de que fue objeto, fue destinado en comisión de servicios a Laguardia, en La Rioja alavesa. Joseba aportó durante años datos sobre actividades terroristas que la dirección de la Ertzaintza ignoraba, pero que sí fueron tenidas en cuenta por la Guardia Civil. Gracias a ello se detuvo a un grupo terrorista, lo que provocó que tuviera que sufrir la difamación y animadversión de sus superiores que, incluso, llegaron a correr el rumor de que era un agente del CESID que trabajaba para la Guardia Civil.
En 1999, con el anuncio de la tregua de ETA, se decidió (desde la Consejería de Interior del Gobierno Vasco dirigida por Atutxa) que el peligro había pasado, y Joseba es obligado a volver a Andoáin. Durante esos años se produce un auge de las acciones terroristas en esta localidad y Joseba se moviliza activamente contra todo tipo de agresiones y en defensa de los derechos y las libertades.
Cuando José Luis López de Lacalle, amigo de Joseba, es asesinado por ETA el 7 de mayo de 2001, Pagaza denuncia la connivencia entre el Ayuntamiento batasuno, la Policía Municipal y los terroristas callejeros (kale borroka). Se convirtió así en objetivo prioritario de ETA.
La familia Pagazaurtundúa es hoy un referente en la lucha por la justicia y la libertad. Su madre,Pilar Ruiz, su hermana, Maite (que desde 2007 preside la Fundación Víctimas del Terrorismo) y su mujer, Estíbaliz Garmendia, han sido muy contundentes en sus manifestaciones públicas y sus críticas a los políticos nacionalistas por no hacer nada para evitar el asesinato de Joseba. Posteriormente, también criticaron con dureza a los socialistas por abrir el proceso de negociación con ETA.
La pistola que se utilizó en el asesinato de Pagaza, adquirida en el mercado negro por ETA durante la tregua de 1998, fue la misma que se empleó en mayo de 2001 para asesinar a Manuel Giménez Abad, presidente del PP de Aragón. Por otra parte, el 3 de agosto de 2010 fue detenido en una operación de la Ertzaintza el etarra Gurutz Aguirresarobe Pagola, considerado presunto autor material del asesinato. Su ADN coincide con las muestras que dejó en una taza de café que fue hallada en el bar de Andoáin donde fue asesinado Pagaza. Gracias a esta prueba positiva de ADN, los jueces de la Audiencia Nacional condenaron en diciembre de 2011 a Aguirresarobe Pagola a 32 años de prisión por el asesinato de Pagazaurtundúa.
Joseba Pagazaurtundúa Ruiz tenía 45 años. Estaba casado con Estíbaliz Garmendia y tenía dos hijos, Alain y Ander, de 9 y 14 años.

Dalrymple en consulta

Carlos Rodríguez Braun.




He vuelto a disfrutar leyendo al médico y escritor británico que escribe bajo el seudónimo de Theodore Dalrymple, al que he glosado aquí en EXPANSIÓN y cuyos libros, por desgracia, no han sido traducidos: sólo puede ser leído en español en los artículos que publica en Actualidad Económica.
El volumen Second opinión. A doctor’s dispatches from the British inner city (Monday Books) es una recopilación de piezas breves sobre su experiencia en la consulta de un hospital público aparecidas en The Spectator, que llevan al lector a restregarse los ojos y preguntar: ¿esto sucede realmente en Reino Unido? Concluye Dalrymple: “Hemos perdido nuestra cultura, somos un país de salvajes”. Los retratos que se van sucediendo de bárbaros, maleducados, crueles, borrachos, drogadictos, incapaces de reflexión y de afecto invitan a responder afirmativamente. Y hay más.
Dalrymple presenta una crítica feroz al pensamiento único, desde la supuesta “liberación” de la mujer, que socava el matrimonio y acaba dejándola sola a cargo de sus hijos, sometiéndola a los caprichos y la violencia sucesivos de unos hombres parcos en atención y cariño, hasta todo el Estado del Bienestar, al que ve como el degradador y desmoralizador de la sociedad, particularmente de los más pobres y humildes, sus principales víctimas.
Es el fracaso del intervencionismo lo que el lector contempla todo el rato: “Cuando la burocracia intenta resolver un problema, sus medidas solamente tienen consecuencias no deseadas”. Así, el Estado termina persiguiendo con dedicación y saña a los conductores y los fumadores, pero no sólo permite sino que hasta fomenta la delincuencia, propiciando la proliferación de irresponsables subsidiados. (Entre paréntesis, apunta el autor que en algunas dictaduras ha visto ámbitos de libertad perdidos en las democracias; alguien podría recordar que bajo el franquismo había toros en Cataluña y se podía fumar en los bares.)
Caen bajo la crítica tópicos caros al pensamiento único como el multiculturalismo, la no discriminación, las injusticias sociales, el grafiti como muestra de cultura, y una educación pulverizada que, en vez de una autoridad firme aunque amable, favorece una mezcla de “indiferencia disfrazada de indulgencia y de sadismo disfrazado de disciplina”.
El libro puede hacer sonreír con amargas ironías, como cuando pondera la obesidad como útil para evitar que las puñaladas de los delincuentes se hundan lo suficiente como para interesar órganos vitales… Puede ser punzante, como cuando resume las tres reglas de la política y la burocracia: “Haz lo que no debes; no hagas lo que debes; y concéntrate en lo trivial a expensas de lo importante”. Y atesora observaciones profundas como esta: “Hoy, cuando el hombre tiene más control sobre la naturaleza que nunca antes, parece no tener más control sobre sí mismo que en los albores de la Historia: sigue comportándose tan mal como siempre, pero con un abanico de opciones más amplio”.

En Siria es la guerra

Jordi Pérez Colomé.

En mayo, en un autobús entre Damasco y Alepo, conocí a un estudiante de ingeniería sirio de Saqba, un barrio de las afueras de la capital. La revolución siria tenía entonces apenas dos meses. Días después fui a verle al campus de la universidad de Alepo. La noche anterior unos cuantos estudiantes habían salido a protestar. Eran los inicios.

Desde entonces he hablado con él por correo o skype. Hace unos días me buscaba. Yo estaba en Florida para las primarias republicanas y hasta hoy no he podido hablar con él. Toda su familia ha huido de Saqba: “Solo los viejos se han quedado”. Saqba, como Duma y otros barrios alrededor de Damasco, han sido uno de los centros de la revuelta. El sábado el ejército sirio entró en todos para frenar los avances del Ejército Libre de Siria.

Desde hacía unas semanas, los ataques de los desertores rondaban el centro de la capital. El pasado sábado cambió todo. La revolución en Siria ha entrado en otra fase. El relato de Mohamed -el estudiante- coincide con otros. En este vídeo, el activista sirio-británico Danny Abdul-Dayem cuenta el pasado viernes cómo se prepara los habitantes de Baba Amr, un barrio de Homs, para “un ataque en la próxima semana” porque tropas del régimen rodeaban la ciudad.



Víctimas, 7 de febrero: Vicente Irusta, Leopoldo García y Benicio Alonso

Libertad Digital.



El 7 de febrero de 1979 la banda terrorista ETA asesinaba en Ibarruri (Vizcaya) a VICENTE IRUSTA ALTAMIRA, amigo personal de Juan Cruz Hurtado, asesinado por ETA el 2 de noviembre de 1978. La banda terrorista dijo que era un confidente, ultrafascista y guerrillero de Cristo Rey. Vicente corrió la misma suerte que él, pues la banda terrorista asumió la autoría del atentado el 8 de febrero y también lo acusó de estar relacionado con la extrema derecha.
Nadie vio cómo se produjo el atentado. Los vecinos de Ibarruri declararon haber visto a la víctima por última vez hacia las nueve de la noche del miércoles 7 de febrero, en el bar Belostei de la localidad. Aseguraron, asimismo, que poco después de abandonar el bar, escucharon hasta tres detonaciones fuertes "que sonaron como tiros de escopeta de caza".
El hallazgo de su cuerpo sin vida tuvo lugar hacia las nueve de la mañana del 8 de febrero, cuando un grupo de niños de los alrededores del término municipal de Ibarruri, cercano a Guernica, se dirigían, a través de caminos vecinales, a la escuela de la localidad. El cuerpo de Vicente fue hallado, en medio de un gran charco de sangre, en un sendero situado entre los términos municipales de Zugastieta e Ibarruri, a las afueras de esta última localidad, y a unos trescientos metros del caserío en el que vivía la víctima. Los menores dieron aviso a las autoridades y, poco después, llegaron al lugar varios agentes de la Guardia Civil y un médico que sólo pudo certificar su muerte. Vicente tenía impactos de tres disparos de escopeta de caza y presentaba síntomas de haber muerto desangrado.
En la localidad su fama era de ultraderechista. Además, tenía antecedentes policiales por robo de bicicletas, motos y coches. No trabajaba y llevaba una vida desordenada, ausentándose mucho de su casa. Se le suponía vinculado a personas que pertenecían a los Guerrilleros de Cristo Rey en la zona de Guernica y Amorebieta.
Vicente Irusta Altamira tenía 26 años y estaba soltero. Nació en 1953 y se quedó huérfano, por lo que fue llevado al hospicio de Bilbao, de donde lo recogieron sus padres adoptivos cuando tenía dos años. Vivía con ellos en un caserío a ochocientos metros de Ibarruri y, al parecer, no tenía buenas relaciones con su padre.

El 7 de febrero de 1983 fallecía en el Hospital de Basurto BENICIO ALONSO GÓMEZ como consecuencia de las gravísimas heridas que sufrió en el atentado cometido dos días antes en la sede del Banco de Vizcaya de la plaza de España de Bilbao. El atentado provocó la muerte en el acto de Ramón Iturriondo García y Aníbal Izquierdo Emperador, y heridas a otras once personas, además de importantes daños materiales.
Benicio era conserje de la sucursal urbana de la calle de Ercilla. El sábado 5 de febrero, día del atentado, se encontraba en la sede central del Banco de Vizcaya para cumplimentar unos trámites. El empleado, que tras el atentado sufrió la amputación de ambos brazos, había sido intervenido quirúrgicamente el domingo 6 de febrero.
El último parte médico antes de su fallecimiento señalaba que sufría "politraumatismo y traumatismo cráneo-encefálico en cuarto grado; quemaduras de segundo grado en cara, cuero cabelludo y ambas piernas; afectación traumática en ambos globos oculares; heridas múltiples por metralla en macizo cráneo-facial, cuello, tórax y extremidades inferiores. Amputación traumática del primer tercio inferior del húmero izquierdo y lesiones traumáticas múltiples, afectando a partes óseas y blandas y extremidad superior derecha".
El anuncio del fallecimiento de Benicio por parte del sacerdote que oficiaba el funeral que se estaba celebrando el lunes 7 de febrero en Bilbao en memoria de las otras dos víctimas mortales del atentado, Ramón y Aníbal, constituyó el momento más emotivo del mismo.
Por este atentado fueron condenados Juan Carlos Echeandía Zorroaza (1984), terrorista que hizo la llamada al banco avisando de la colocación de la bomba, y Josu Amantes Arnaiz (1997) como autor material de la colocación del maletín con la bomba en el interior del banco.
Benicio Alonso Gómez tenía 51 años. Era natural de Barca (Soria), estaba casado y tenía dos hijos.
El 7 de febrero de 1994 la banda terrorista ETA asesinaba en Barcelona de un tiro en la nuca el coronel de Infantería del Ejército de Tierra LEOPOLDO GARCÍA CAMPOS.
Eran cerca de las tres de la tarde cuando dos terroristas se apearon de un coche aparcado en doble fila y abordaron por la espalda a Leopoldo, que en esos momentos entraba en el portal de su casa, en la calle del Tenor Massini del barrio de Sants de la capital catalana. Con una total y absoluta sangre fría, según testigos presenciales, uno de ellos efectuó dos disparos con una pistola. A continuación, se montaron en el vehículo, donde les aguardaba una mujer, y emprendieron la huida. Aunque algunos vecinos intentaron socorrerlo, no se pudo hacer nada, pues falleció casi en el acto.
Los terroristas abandonaron el vehículo utilizado para huir frente a una oficina de Telefónica en la avenida del Marqués de Sentmenat, a sólo dos manzanas de la sede del PSC. Ante el temor de que se tratara de una trampa, los artificieros de los Tedax ordenaron el desalojo de algunas viviendas próximas y aconsejaron a los propietarios de las fincas de la zona que cerraran las ventanas y las persianas. Hacia las 16:30 horas se produjo la primera explosión controlada que no logró, sin embargo, desactivar los explosivos que se encontraban en el interior del vehículo. Una hora después, y sin necesidad de provocar una segunda explosión, los Tedax desactivaron mediante un robot la carga explosiva depositada en el interior de una olla llena de metralla.
El coronel Leopoldo García Campos era la primera víctima mortal de 1994, que terminaría con otros trece asesinados. Ese año estaría marcado por la ruptura del consenso entre el Gobierno socialista y el Partido Popular en materia de lucha antiterrorista, consenso que se mantenía desde la firma del Acuerdo de Madrid de 1987. Esta ruptura afectó, entre otras cosas, a la política penitenciaria que, desde 1989, venía aplicándose a los presos de la banda asesina: alejamiento de los más duros y concesión de beneficios a quienes se distanciaban de la misma.
Por otra parte ETA no había cometido ningún asesinato en Barcelona desde que asesinó a los oficiales y miembros de la banda de música del Gobierno Militar de Barcelona Juan Antonio Querol Queralt y Virgilio Mas Navarro el 16 de enero de 1992.
Varias sentencias de la Audiencia Nacional (1996 y 1997) establecieron como hechos probados que en el asesinato de Leopoldo intervinieron cinco terroristas. Felipe San Epifanio San Pedro, aliasPipe, (exmiembro de la mesa nacional de Herri Batasuna) fue quién efectuó los disparos; Gregorio Vicario Setién le dio cobertura, y Rosario Ezquerra Pérez de Nanclares fue la terrorista que les esperaba al volante del vehículo en el que huyeron. También intervinieron en el mismo Dolores López Resina, alias Lola, y Benjamín Ramos Vega, éste como colaborador de banda armada. Tanto Gregorio Vicario como Dolores López estaban huidos en el momento del juicio.
Gregorio Vicario Setién fue detenido en Francia en 2001 unas horas después del robo de 1.600 kilos de Titadine y 20.000 detonadores en la zona de Grenoble. En abril de 2006 fue extraditado a España temporalmente para ser juzgado por las causas pendientes en nuestro país, entre ellas el asesinato de Leopoldo García. Dolores López Resina fue también detenida en Francia en septiembre de 2001 y entregada a la justicia española en julio de 2007.
Leopoldo García Campos había nacido en Cozuelo de Fuentiduñas, en la provincia de Segovia, el 30 de marzo de 1935, por lo que tenía 59 años en el momento de su asesinato. Coronel interventor del Ejército, estaba casado con María Concepción Oquendo, tenía cinco hijos (cuatro hijas y un hijo) y dos nietos. Licenciado en Derecho, desde agosto de 1990 estaba destinado a la Intervención Delegada Territorial número 4 de la Capitanía General de Barcelona.

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Crisis económica y docencia

Carlos Rodríguez Braun.



El Journal of Economic Education (41, 4, septiembre 2010) publicó el contenido de un simposio en el que cuatro expertos en macroeconomía reflexionaban sobre cómo debería cambiar la enseñanza de su asignatura a raíz de la crisis económica.

Alan Blinder plantea varias decisiones pedagógicas: un regreso hacia una consideración mayor de los ciclos económicos, una reconsideración del keynesianismo, el abandono de los modelos basados en un tipo de interés único, y una mayor complejidad de la asignatura, en particular en el campo de las finanzas. La macro debería incorporar o reforzar estos temas: primas de riesgo en los tipos de interés, burbujas en los mercados de activos, titulización, apalancamiento, insolvencia e iliquidez, riesgo sistémico y too big to fail, y riesgo moral.


Benjamin M. Friedman invita a reconocer las características de una economía monetaria más allá de la dicotomía clásica o la teoría del ciclo real, apuntando el papel crucial del crédito y los intermediarios financieros, los problemas a la hora de evaluar correctamente los riesgos, y los efectos organizativos y distributivos.


Raghuram Rajan, por su parte, enfoca el asunto desde la economía del desarrollo. Dice, en contra del pensamiento único que habla de fundamentalismo del mercado, que no es la economía neoclásica la que nos lleva a la crisis, porque los gobiernos no siguieron sus abstractos modelos, sino que continuaron practicando el habitual pragmatismo intervencionista.


Lo que sucedió fue que no funcionó, y Rajan pide revisar lo que no funciona: no vale, dice, pensar que las instituciones progresan hasta el punto en que no hay que preocuparse por ellas nunca más.
El economista indio recomienda abandonar el método de empezar por el mundo perfecto de Arrow-Debreu y después añadirle “fricciones”. Aconseja más bien partir de una economía primitiva sin instituciones, y estudiar cómo a partir de esa anarquía van surgiendo contratos y un marco institucional, en lo que se parece a la economía del desarrollo.


Por último, Robert J. Shiller subraya que las reacciones contra el mercado hoy no se parecen a las muy agresivamente antiliberales de los años 1930. Desde esa década hasta la de los 1960 se extirpó el liberalismo y reinó el keynesianismo. La crisis del keynesianismo, al revés de lo que se piensa, no comportó el regreso del liberalismo a la teoría sino de un contradictorio sucedáneo, los modelos de equilibrio general.
Shiller recomienda la modestia, tan ausente en tantos economistas, de reconocer la ignorancia y la incapacidad predictiva: “existe un elemento impredecible en la economía que debería formar parte de nuestras enseñanzas…la teoría macroeconómica nunca ha llegado a un recuento genuino de las fuentes fundamentales de las fluctuaciones macroeconómicas”.


Tras animar al estudio de la historia del pensamiento económico y de otras disciplinas como la psicología, la sociología, la ciencia política y la antropología, concluye sabiamente: “nuestra integridad como profesores exige que les digamos a nuestros alumnos la verdad sobre las debilidades de nuestras teorías”.