Y luego dirán que la cultura digital no ha producido ná

Arcadi Espada.



Yo cada vez que veo a Jeff Jarvis en el diario me pongo de buen humor. Qué tío. Debe de hacer una década ya que los medios empezaron a recoger sus nimiedades y por el aspecto que tiene cada vez se las pagan mejor. Cuando me pregunto qué ha dado de sí hasta ahora la cultura digital siempre pienso en el simpático Jeff. Ha dado nuestro Jeff! Pagado, eso sí, por la industria analógica: los periódicos son, han sido, tan dueños y señores que hasta se permiten tener en nómina a su sepulturero. Hoy chapurrea con su plácida entrevistadora sobre dos asuntos. Uno, el derecho al olvido. Dice "depende", el figura. Toda esta tramoya, complejísssssssssima, del derecho al olvido digital se resume en lo siguiente: ¿Si yo escribo una carta y se la envío a alguien tengo derecho a borrarla? Así son los debates de los niños. El segundo asunto forma parte de su acoso lubricante al periodista. Parece que la Bbc exige a sus empleados que publiquen sus exclusivas en el sitio web de la compañía antes que en su twitter privado. A Jeff le parece mal. "No creo en las restricciones (...) BBC cree que así conserva el prestigio de su marca, pero ahora cada periodista también es una marca." Esto de la marca es, sin duda, una cosa estupenda. Sobre todo cuando han de financiarlas los no logo es decir, el público que celebra y canturrea a nuestro hombre. Por lo demás, no quiero acabar este óbolo a nuestro Jeff (de eso vive, de que incluso alguien como yo lo tenga en boca) sin subrayar la profunda reflexión que abre su entrevista a cuatro columnas:
"Todos los negocios van a ser sociales, desde la pizzería al cine"

Toma Hawk.

Frailes de armas tomar

Arturo Pérez-Reverte.


De vez en cuando me doy una vuelta por los viejos avisos y relaciones del siglo XVII, aquellas cartas u hojas impresas que, en la época, hacían las veces de periódicos, contando sucesos, hechos bélicos, noticias de la corte y cosas así. Con el tiempo he tenido la suerte de reunir una buena provisión en diversos formatos, y algunas tardes, sobre todo cuando tengo un episodio de Alatriste en perspectiva, suelo darles un repaso para coger tono y ambiente. Su lectura es sugestiva, a veces también desoladora –comprendes que ciertas cosas no han cambiado en cuatro siglos–, y en ocasiones muy divertida. Ése es el caso de una relación con la que di ayer. Está fechada en 1634, y se refiere a la peripecia de tres frailes mercedarios españoles que viajaban frente a la costa de Cerdeña. Me van a permitir que lo cuente, porque no tiene desperdicio.

El barco era pequeño y franchute, llevaba rumbo a Villafranca de Nizo, y a bordo, además de los tres frailes españoles –Miguel de Ramasa, Andrés Coria y Eufemio Melis–, iban el patrón, cuatro marineros y cinco pasajeros. A pocas millas de la costa se les echó encima un bergantín turco –en aquel tiempo se llamaba así a todo corsario musulmán, berberiscos incluidos– haciendo señales de que amainasen vela. El patrón se dispuso a obedecer, argumentando que, siendo francés el barco, podrían negociar con los corsarios y seguir viaje a salvo. Pero los tres frailes, súbditos del rey de España, no veían las cosas con tanto optimismo. Ustedes se escapan de rositas, protestaron, pero nosotros vamos a pagar el pato. Por religiosos y por españoles, pasaremos el resto de nuestras vidas apaleando sardinas al remo de una galera, o cautivos en Argel o Turquía. Así que, de perdidos al río, resolvieron cenar con Cristo antes que en Constantinopla. Que el diálogo de civilizaciones, apuntaron, lo dialogue la madre que los parió. De manera que se remangaron las sotanas, se armaron como pudieron con cuatro chuzos, tres escopetas y tres espadas sin guarnición que había a bordo, y amotinándose contra los tripulantes del barco, los metieron con los cinco pasajeros encerrados bajo cubierta. Después pusieron trapos en torno a las espigas de las espadas para que sirvieran de empuñaduras, y se hicieron una especie de rodelas amarradas al brazo izquierdo con almohadas y cuerdas. Luego se arrodillaron en cubierta y rezaron cuanto sabían. Salve, regina, mater misericordiae. Etcétera.

Ahora, háganme el favor y consideren despacio la escena, que tiene su puntito. Imaginen ese bergantín corsario de doce bancos que se acerca por barlovento. Imaginen a esos feroces turcos, o berberiscos, o lo que fueran –veintisiete, según detalla la relación–, amontonados en la proa y en la regala, blandiendo alfanjes y relamiéndose con la perspectiva, en plan tripulación del capitán Garfio. Imaginen la sonora rechifla del personal cuando se percata de que en la cubierta de la presa no hay más que tres frailes arrodillados y dándose golpes de pecho. Y en ésas, cuando los dos barcos están abarloados y los turcos se disponen a saltar al abordaje, los tres frailes –los supongo jóvenes, o cuajados y correosos, duros, muy de su tiempo– se levantan, largan una escopetada a quemarropa que pone a tres malos mirando a Triana, y luego, gritando como locos Santiago y cierra España, Jesucristo y María Santísima, o sea, llamando en su auxilio al santoral completo y al copón de Bullas, tras embrazar las almohadas como rodelas, se meten en la nave corsaria a mandoble limpio, acuchillando como fieras, dejando a los turcos con la boca abierta, perdón, oiga, vamos a ver, aquí hay un error, los que teníamos que abordar éramos nosotros. Con la cara del Coyote tras caerle encima la caja de caudales que tenía preparada para aplastar al Correcaminos. Y así, en ese plan, dejando la mansedumbre cristiana para días más adecuados, los frailes escabechan en tres minutos a doce malos, que se dice pronto, y otros cinco se tiran al agua, chof, chof, chof, chof, chof, y el resto, con varios heridos, pide cuartel y se rinde después de que fray Miguel Ramasa le atraviese el pecho con un chuzo al arráez corsario, «juntándose los dos tanto, que le alcançó el turco a morder en una mano, y acudiendo fray Andrés Coria le acabó de matar». Con dos cojones.

Ocurrió el 21 de octubre de 1634, día de santa Úrsula y de las Once Mil –una más, una menos– Vírgenes. Y qué quieren que les diga. Me encantan esos tres frailes.

Sobre 'Allí donde ETA asesinó'

Willy Uribe.




La primera fotografía que tomé fue en actitud de notario; en una calle de San Sebastián, un gran reloj marca la hora del asesinato de José María Serrais Llasera, Gabriel Alonso Perejil y Ángel Cruz Salcines el 5 de diciembre de 1978. Sin embargo, no soy notario, tampoco periodista. Escribo y tomo fotografías. Entonces, ¿escritor y fotógrafo? Sí, pero no sólo. En este caso, sobre todo, soy un ciudadano. La ciudadanía, en el sentido más positivo que puedo entender el término, fue la base sobre la realicé el documento titulado Allí donde ETA asesinó. Escribir sobre la muerte, la violencia y el silencio, y fotografiar la ausencia. Era un reto. Mis especialidades son la fotografía de surf y la fotografía aérea,  espacios alejados en exceso de la tierra. “Tómalo de un modo sencillo”, me dije. “Tienes tu bolígrafo, tu mirada y tu conciencia”.

Pero antes del primer clic y la primera palabra había recibido una llamada. Fueron Arcadi Espada y Cristina Fallarás, director y subdirectora del periódico digital Factual, quienes me propusieron el trabajo. La idea surgió de Albert de Paco. Es importante este punto. De no haber mediado esa llamada, yo no me habría puesto en movimiento. Un vasco como muchos.

Gran parte de mi obra narrativa refleja de un modo u otro la situación de violencia vivida en Euskadi. A veces de un modo consciente, otras, y porque mis cuarenta y seis años de vida se han desarrollado bajo los condicionantes impuestos por ETA, de un modo natural, cotidiano… encender la radio por la mañana y un crimen, o una bomba lapa, o un secuestro, o los tres a la vez. Y después, su justificación por la izquierda patriótica, su hipócrita victimismo. Día a día, eso acaba esculpiendo caracteres y comportamientos y retuerce los caminos de un modo endiablado. Ha sido la violencia cotidiana lo que ha moldeado la vida de los vascos, y en mi caso, el carácter de mi escritura. Y también ha sido la violencia cotidiana la que ha mantenido inmóvil, hipnotizada tal vez, a gran parte de la sociedad del País Vasco.

Fue un trabajo exigente realizado en invierno y con sensaciones de invierno. Un viaje a la tierra donde nací y resido, a su interior más trágico. Un viaje que emprendí en solitario porque no podía ser de otro modo. Poco a poco, fui trazando una telaraña sobre el mapa. Yo me encargaba del norte y otros compañeros fotógrafos trabajaban en otras zonas de España. Casi novecientos asesinatos ocupan mucho espacio. En Euskadi y Navarra, con el grueso de ellos, la escala se amplía para que el drama se muestre de pleno en un mapa solapado por puntos y puntos que se solapan entre sí. Viendo eso, en un territorio tan pequeño, hasta un topo se daría cuenta de todo el apoyo social que ha sostenido a ETA durante este tiempo y la seguridad con la que ha cometido muchos de sus crímenes, algunos de ellos aún sin juzgar. El hacha y la serpiente no están ahí por casualidad. La simbología siempre ha excitado a ETA y a su espacio; el hacha corta de cuajo y la serpiente pega su panza al sustrato. Es la tierra lo que siempre ha reclamado ETA, que la cree suya, con el hacha como única razón.

Frente a lo que pueda parecer a alguien que desconozca profundamente la sociedad del País Vasco, y pese a preguntar en frío a tanta gente, no tuve problemas serios durante la búsquedain situ de los escenarios. Escuché desplantes e insultos contados y una vez me vi obligado a salir corriendo. Siendo casi ciento veinte los lugares fotografiados, es un porcentaje mínimo. Un poco más elevado sería el correspondiente a las respuestas positivas y la ayuda. La columna más gruesa del cuadro corresponde al silencio, encogerse de hombros y seguir camino. Un dato que daba por seguro antes de comenzar el trabajo.

A dos meses de comenzar, el periódico digital Factual cambió de arriba abajo, lo que supuso un montón de despidos fulminantes y una línea editorial que no me agradaba. Todo se replanteaba y yo me fui, pero no me pareció honesto abandonar el trabajo que llevaba a cabo y decidí continuar por mi cuenta. Aún debía acercarme a Tolosa, donde ETA asesinó en 1983 a Patricia Llanillo Borbolla; a Bilbao, donde ETA asesinó a María Luisa Sánchez Ortega en 1987; a Irún, donde ETA asesinó a Ramón Doral Trabadelo en 1996; a Mondragón, donde ETA asesinó a Isaías Carrasco Miguel en 2008… Acercarme allí donde ETA asesinó. Había mucho trabajo por delante y lo hice durante dos meses más, hasta que mis posibilidades económicas se agotaron. Me quedaba aún ocho meses. Los días sin el aniversario de algún crimen son muy escasos.

Recuerdo la noche y los amaneceres como dominantes en esos cuatro meses de trabajo. Recuerdo también haber llegado a imaginar el plano de algunos asesinatos; las rutas que aseguraban la huída; el lugar de espera al paso de la víctima; los pensamientos del asesino; el retumbar del disparo que arrebata lo que nadie tiene derecho. Pero no siempre fue posible dar con el lugar exacto. Asesinatos como el de Vicente Irusta Altamira en 1979, el de Leopoldo García Martín en 1981, o el de Eduardo Navarro Cañadas en 1983, se han olvidado en el lugar. Pregunto a algunos ancianos, en algunos comercios, en algunos bares. De quienes contestan, pocos recuerdan. ¿Y cómo puede ser eso? Seguro que habrá sociólogos que acierten a explicarlo, incluso que ya esté explicado. Por mi parte, puedo hablar de ello. El 19 de enero de 1980, ETA asesinó en Getxo a José Miguel Palacios Domínguez. Sucedió a unos doscientos metros de donde yo vivía entonces. Treinta años después, yo no recordaba nada. Ni que ETA le hubiera arrebatado la vida ni, mucho menos, su nombre. ¿Dónde podía estar yo entonces? Supongo que en la playa, surfeando, o escribiendo poesía sobre un acantilado. Quizás, siendo benévolo, como cualquier chaval de quince años que trata de escapar como puede de una olla a presión. Pero después pasó el tiempo y tampoco hice demasiado. Alguna manifestación, algún gesto pacífico, algunos relatos. ¿Qué era eso contra una tierra repleta de zulos, tanto mentales como de armas? Sí, algo fue, pero sobre ello la fuerza estúpida de las armas hasta ayer mismo. Guardarse los colmillos y preguntar qué hay de lo mío no es un acto racional, sino el gesto de un babuino que ha sido derrotado. Eso es y ha sido ETA durante toda su existencia, un babuino. Y el resto, acojonados en la punta de una rama. Como triste ejemplo, el mío.
  

Willy Uribe (Bilbao, 1965) es escritor y fotógrafo. Atiende el blog Tengo sitio libreAllí donde ETA asesinó, con prólogo de Patxi López, ha sido publicado por Los libros del lince: “Un testimonio gráfico y escrito de los crímenes cometidos por ETA en el País Vasco. Un alegato contra el olvido y contra la desmemoria. Un recuerdo de las víctimas y un rechazo frontal de la violencia”: info@loslibrosdellince.com

Don’t Erect a Monument to Che



EDITOR’S NOTEYale Professor Carlos Eire, author of Waiting for Snow in Havana: Confessions of a Cuban Boy, which won the National Book Award in 2003, wrote this letter and submitted it to the Irish Times in response to plans by the city of Galway to erect a statue honoring Che Guevara. The Times demurred, but it was published in the Galway Advertiser, and Professor Eire has given National Review permission to reprint it on these pages (h/t to the great Cuban human rights blog, Babalú).

Dear editors,

As a victim of Che Guevara’s atrocities, as a historian, and as a Cuban of Irish descent, I am deeply disturbed by the fact that the city of Galway is planning to erect a monument to Ernesto “Che” Guevara. I don’t mind one bit if those behind this monstrous project want to believe lies — that’s their right in a truly free society — but it would be wrong to allow their abysmal ignorance or willful blindness to stand unchallenged. Those who think highly of Che may be surprised to hear it, but they have way too much in common with Holocaust deniers. 



Che was my neighbor in Havana, and I actually saw him in the flesh several times. He lived in an opulent mansion just a few blocks from my very small house, and also ran the prison of La Cabaña, where some of my relatives ended up being tortured and murdered. Their crime? Voicing an opinion different from Che’s. Or, in the case of my uncle, simply having a son who voiced an opinion contrary to Che’s. The awful truth about Ernesto “Che” Guevara is that he was a violent thug with despotic tendencies. Che’s admirers prefer to think of him as a righteous warrior, and often cite certain books that portray him as a saint. I hate to break the news to them: Some books are full of lies. Fortunately, others are not, like the memoir Cuba 1959, La Galera de la Muerte, written by Javier Arzuaga, the priest who accompanied all of Che’s victims to the firing squad during the first nine months of the so-called Revolution. Read it and weep, please, all of you who love Che. We Cubans are the only people on earth who knew the real Che — as opposed to the icon stamped on all sorts of merchandise — but there are many in the world who tune us out, discredit our testimony, and would love to gag us. Somehow, the lie is preferable.


Why? 

Ignorance and blind faith. To praise Che, one must overlook mountains of evidence concerning his crimes. But why would anyone do that, willingly? Because some people — especially those who see all of history as nothing but class struggle — need a saint to venerate, someone who they think embodies the cause of the downtrodden. Ironically, though most Che lovers tend not to admit it, they act very much like religious zealots: As they prefer to see it, Che was a saintly crusader for the poor, so everything he did must have been good, and anyone harmed by him must have deserved it. So what if he killed Cubans willy-nilly, without trials, including plenty of poor peasants? Or helped establish one of the most repressive regimes on earth? Or built concentration camps for dissidents and gays, including one with a sign over the front gate that read “Work will make real men out of you”? It’s what needed to be done. It was just. And in this warped religious view of Che the idol, and of politics in general, we who call that false history into question are worse than heretics. We are the unjust cretins who still deserve to be killed by the likes of Che.

Everyone in Galway and Ireland should know this: Che has a lot in common with Oliver Cromwell. Like Cromwell, Che proclaimed himself a liberator and felt justified in committing thousands of atrocities in a land other than his own, all in the name of a higher cause. Like Cromwell, Che stole everyone’s property too, for a sacred purpose. As for reputation: Cromwell received plenty of good press and adulation from those on his side, just like Che. To Cromwell’s admirers — and he had plenty who would eagerly build him monuments — the Irish people were inconsequential obstacles to a higher goal, or worse, despicable papist wretches who deserved no mercy.

Allow me to propose a radical solution to this controversy: If Galway wants to honor Che with a monument, it should also build one for Cromwell, right next to it. It’s only fair.

— Carlos M. N. Eire is the T. Lawrason Riggs professor of history and religious studies at Yale University

Víctimas, 6 de abril: Manuel Lemus Noya, Adolfo Mariñas Vence, Francisco Pascual Andreu, Florentino Lopetegui Barjacoba, Miguel Paredes García y Elena Moreno Jiménez

Libertad Digital.



El 6 de abril de 1978 fallece el policía municipal MANUEL LEMUS NOYAtiroteado por miembros de ETA en Santurce mes y medio antes. El 24 de febrero de ese año, en torno a las seis de la mañana, Manuel se dirigía a pie hacia su trabajo cuando fue ametrallado desde un coche. El atentado se produjo cerca del matadero, a la entrada del camino de Regales en el barrio de San Juan de Santurce. Era el segundo atentado mortal de la banda en 1978 tras el asesinato el 11 de enero del inspector de policía José Manuel Baena Martín
Un testigo presencial del tiroteo contra Manuel manifestó que "fueron cuatro o cinco tiros, como una ráfaga corta de metralleta". Una de las balas penetró por debajo de la clavícula izquierda y salió por el hombro afectándole la tráquea, mientras que la otra entró por el costado izquierdo y salió por el lado derecho de la espalda.
Trasladado urgentemente al Hospital de Cruces por un conductor de autobús que se dirigía hacia su trabajo en un Seat 600, su estado fue calificado de muy grave. Después de evolucionar favorablemente en las dos primeras semanas después de su ingreso, le surgieron unas complicaciones pulmonares que derivaron en un paro cardiaco el 6 de abril.
El 12 de abril del mismo año, en la iglesia parroquial de San Jorge en Santurce, se celebró el funeral por el descanso de su alma que causó una fuerte polémica, cuando dos asistentes se colocaron junto al altar portando sendas banderas españolas, que el sacerdote ordenó retirar.
Al día siguiente, ETA reivindicaba el atentado mediante un comunicado en el que afirmaba que Manuel era "una conocida persona" en el pueblo de Santurce "por ser Guerrillero de Cristo Rey".
Por el asesinato de Manuel sólo fue condenado en 1982 José Antonio Balgañón Bilbao a 12 años como cómplice. Balgañón fue quien hizo labores de información que facilitó, a principios de 1978, al grupo de etarras que llevaron a cabo el asesinato. De estos, no se sabe nada.
Manuel Lemus Noya tenía 46 años y era natural de Ponte do Porto (La Coruña). Allí fue enterrado y allí reposan sus restos en un panteón familiar. En la Costa de la Muerte apenas se conoce su historia, o el simple hecho de que un vecino de Ponte do Porto, en el término municipal de Camariñas, figure en la relación de víctimas del terrorismo etarra. Los contemporáneos sí recuerdan sus visitas a Ponte do Porto, pero poco más. El 29 de marzo de 2007 en el Camino de los Hoyos de Santurce se inauguró un monolito en memoria de las víctimas de ETA de la localidad, entre ellas Manuel. Fruto de un acuerdo de toda la corporación municipal se erigió una piedra de cantera sin pulir de 1,80 metros de alto y 1,40 de ancho, con una placa metálica en donde se puede leer, en castellano y euskera, "En homenaje a todas las víctimas del terrorismo".
El 6 de abril de 1979, ETA asesinaba a tiros en Tolosa a ADOLFO MARIÑAS VENCESu cuerpo fue encontrado por operarios del camión de la basura en la calle San Juan de Tolosa con tres impactos de bala en el cuerpo. Los médicos estimaron que el asesinato pudo haber tenido lugar hacia las 3:30 horas de la madrugada.
Nadie supo las causas por las que fue tiroteado. Según informaciones recogidas en Tolosa, Adolfo tenía antecedentes penales como delincuente habitual. Por otra parte, se sabe que su padre fue, en la época de la posguerra, miembro de la División Azul y de la Guardia de Franco, aunque a Adolfo no se le conocían vinculaciones políticas. Pero varios medios de comunicación recibieron llamadas de un autodenominado Comando Autónomo Txikia atribuyéndose el asesinato de Adolfo y acusándole de ser un colaborador de la Policía.
Adolfo Mariñas Vence tenía 30 años y era natural de Tolosa. En el momento de su asesinato se encontraba en paro.
En la madrugada del 6 de abril de 1980 tres individuos ametrallaron a FRANCISCO PASCUAL ANDREU, guardia civil, y a FLORENTINO LOPETEGUI BARJACOBA, pescador, mientras tomaban una copa en el Bar Biotza de Orio (Guipúzcoa). Uno de los terroristas disparó una ráfaga de metralleta, mientras otro hizo fuego con una pistola. Florentino y Francisco resultaron muertos en el acto.
Florentino se encontraba con unos amigos y se acercó a Francisco para interesarse por la marcha de una solicitud de licencia para una embarcación de su padre. Un compañero de Francisco Pascual, también guardia civil, acababa de irse porque tenía que incorporarse a su puesto de trabajo.
Los tres etarras huyeron en un automóvil Seat 124 con matrícula de Madrid. En el lugar del atentado se recogieron trece casquillos del calibre nueve milímetros parabellum y otro del calibre 7,65 marca Gebelo.
El atentado fue reivindicado el 10 de abril por los Comandos Autónomos Anticapitalistas y, al parecer, iba dirigido contra los dos guardias civiles. Los etarras no debieron darse cuenta de que uno de ellos se había marchado y le confundieron con Florentino Lopetegui. Sin embargo, los terroristas no asumieron su error en el comunicado de reivindicación, acusando a Florentino de ser un colaborador de la Guardia Civil para justificar su asesinato. La corporación municipal de Orio, en un pleno celebrado el 27 de junio, desmintió que Florentino fuese un "chivato". Lo mismo hicieron los padres de la víctima, calificando de "pura farsa" el comunicado de reivindicación de los asesinos de su hijo.
Francisco Pascual Andreu era de Ceuta, tenía 24 años y estaba soltero. Su cadáver fue trasladado desde el aeropuerto de Fuenterrabía a su ciudad natal donde unas cuatro mil personas asistieron al día siguiente al entierro. En la casa-cuartel de la Comandancia de la Guardia Civil se ofreció una misa corpore insepulto. Presidió la ceremonia el capitán general de la II Región Militar, Pedro Merry Gordon, y asistieron el general jefe de la Segunda Zona de la Guardia Civil, Rafael Girón Lozano, y las primeras autoridades civiles y militares de Ceuta. Igualmente, asistieron los padres, hermanos y la novia de Francisco. En el momento de ser sacado el cadáver del guardia civil a la puerta del cuartel fueron lanzados varios vivas a la Guardia Civil. Francisco Pascual había conseguido recientemente su traslado a Ceuta, su ciudad natal.
Florentino Lopetegui Barjacobacasado y padre de una niña de seis meses, era de Orio y tenía 24 años. Hablaba perfectamente euskera y, tras hacer el servicio militar en la Marina, trabajaba como pescador. Su familia se enteró de lo sucedido cuando su padre, afiliado al PNV, acudió a la casa del alcalde de la localidad para enterarse de lo que estaba pasando en el pueblo, al comprobar que la Guardia Civil detenía los automóviles para registrarlos. En los locales municipales le pidieron que identificara el cadáver.
A las 23:00 horas del 6 de abril de 1990 ETA asesinaba en San Sebastián a la pareja formada porMIGUEL PAREDES GARCÍA y ELENA MARÍA MORENO JIMÉNEZ.
Miguel y Elena acababan de tomar una copa en el Bar Txiki de la Parte Vieja de la ciudad. Cuando salieron del local, fueron tiroteados por la espalda por un terrorista que huyó a pie. Los disparos fueron realizados por la espalda y a escasa distancia, primero contra Miguel y después contra Elena. La pareja resultó muerta prácticamente en el acto. En el lugar del atentado, la policía encontró dos casquillos de bala (uno SF y otro FN), nueve milímetros parabellum.
Dada la hora en la que se produjo el tiroteo, la zona estaba abarrotada de transeúntes. Como consecuencia del rebote de uno de los proyectiles disparados resultó herido Javier Marcos Espiga, de 19 años de edad y natural de Logroño, que pasaba casualmente por el lugar. El proyectil le produjo heridas en el glúteo y en la mano y fue trasladado al Hospital de la Cruz Roja donde, a primeras horas del día siguiente, fue intervenido quirúrgicamente. Marcos estaba cumpliendo el servicio militar en la Marina.
La banda terrorista reivindicó el asesinato del matrimonio dos semanas después, a través de un comunicado enviado al diario Egin, en el que también se hacía responsable de la carta-bomba enviada a Carmen de Felipe, funcionaria de la Expo 92 que perdió una mano.
Al funeral por Miguel y Elena no asistieron ni autoridades ni cargos públicos, salvo Gregorio Ordóñez, presidente del Partido Popular de Guipúzcoa, quien manifestó a los periodistas con amargura que "hasta en los muertos hay ciudadanos de primera y de segunda categoría (...), cuando los muertos son una pareja de desconocidos, como Miguel y Elena, no se ve a los políticos importantes por ninguna parte".
Miguel Paredes García tenía 33 años, y Elena Moreno Jiménez, 30. Ambos eran de San Sebastián. Elena tenía dos hijas de corta edad, una de ellas (la pequeña) con Miguel. Al parecer, las víctimas eran toxicómanas. La banda terrorista justificó el asesinato por la supuesta relación de las víctimas con el tráfico de drogas. Las dos pequeñas quedaron a cargo de la abuela materna, Carmen Jiménez. Pero no acabaron aquí las desgracias de las niñas. Al poco tiempo, Carmen murió de cáncer, y las hermanas fueron separadas. De la pequeña se hizo cargo la abuela paterna, y la mayor se fue a vivir con unos familiares de la madre.

Tania Montoya: 'Estamos ante una ola de terror'


La Dama de Blanco narra los sucesos represivos del lunes 2 de abril en el Oriente de la Isla.
Audio.

Advanced Soil Mechanics

MIT.


Incluyo esta obra entre mis documentos sobre Estructuras.






This class presents the application of principles of soil mechanics. It considers the following topics: the origin and nature of soils; soil classification; the effective stress principle; hydraulic conductivity and seepage; stress-strain-strength behavior of cohesionless and cohesive soils and application to lateral earth stresses; bearing capacity and slope stability; consolidation theory and settlement analysis; and laboratory and field methods for evaluation of soil properties in design practice.

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