Sobre la pérdida de la fe

Por Arcadi Espada.





Querido J:
«Una de esas personas engreídas que se creen que por haber perdido la fe han accedido ipso facto a la razón». Lo escribía hace pocos meses Christopher Hitchens, que acaba de morir en América, a los 62 años, después de una vida de escritura, alcohol y tabaco, víctima de un cáncer de esófago. La persona de la cita es el dramaturgo David Mamet, a propósito de su libroThe secret knowledge. Pero Mamet sólo es la persona interpuesta. La auténtica persona de la cita, al margen de la irrelevante muestra de color del adjetivo, es el propio Hitchens. En esa descripción está el asunto intelectual de su vida: la pérdida de la fe y la búsqueda de la razón. El gran mérito de este hombre alegre, valiente y generoso fue que tuvo presente el reproche que poco antes de morir le dirigió a Mamet. Estamos oyéndole susurrárselo, esclavo griego de sí mismo: «Piensa que perder la fe no te lleva en volandas hacia la razón». Y creo que nos estamos oyendo también, aterrados cada día ante la posibilidad de que la insidiosa fe reaparezca en el lugar que elegimos cuando la fe desapareció. Esa es la amenaza que Hitchens advirtió con su tajante lucidez cuando le expulsaron de la izquierda, una expulsión que pudo decretarse, en efecto, a partir de su trato con Wolfowitz o de su apoyo a la Guerra de Irak, o mucho antes y más simple, aquella tarde cubana en que se marchó del campamento de fieles comunistas, donde se había gustosamente recluido, para irse a dar un paseíto. La lección que Hitchens supo sacar de su camino de Damasco no fue que había que pensar cosas distintas de las que había pensado hasta la caída. Sino que las cosas debían pensarse sin fe. Te ilustrará este delicado fragmento de una conversación entre Richard Dawkins y nuestro muerto:
Dawkins.- Siempre he sido muy suspicaz respecto a la dimensión izquierda-derecha en política.
Hitchens.- Sí, conmigo está destrozada.
D.- Es impresionante cuánta tracción tiene el continuum izquierda-derecha… Si sabes lo que alguien piensa sobre la pena de muerte o el aborto, entonces sabes lo que piensa sobre cualquier otra cosa. Pero tú rompes claramente esa norma.
H.- Mantengo una coherencia que es estar contra el totalitarismo, en la izquierda y en la derecha. El totalitarismo, para mí, es el enemigo, el absoluto, el que quiere controlar el interior de tu cabeza, y no sólo tus actos y tus impuestos. Y los orígenes de eso son teocráticos, obviamente.

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