Rafael Castillo y la “potencia médica” cubana

Por Zoé Valdés.

Dentro de muy pocos días, el 10 de diciembre, se conmemorará un aniversario más del día de los Derechos Humanos. La Carta Universal de los Derechos Humanos se ha publicado en tres ocasiones de manera oficial en Cuba, invariablemente con un prefacio de Fidel Castro, y para divulgación restringida. Está prohibido regalar en la calle un ejemplar a los transeúntes, porque el documento sigue siendo considerado por la policía –nadie sabe todavía por qué, aunque podemos imaginarlo– como propaganda enemiga. Así se lo comentaron a un familiar mío en La Habana que repartía ejemplares en el Boulevard de San Rafael y fue detenido por repartir "propaganda que atenta contra la seguridad del pueblo cubano" –según ellos y después de haberle decomisado todo lo que llevaba consigo–.

Varias manifestaciones se preparan dentro de Cuba por los opositores para celebrar el día de los DDHH, y tal como ha informado la disidente Martha Beatriz Roque desde el interior de la isla, ya empezaron las detenciones y abusos para impedir que una gran marcha se lleve a cabo de una punta a otra del país. Las detenciones se suceden una tras otra, apenas sin investigar, cualquiera que resulte sospechoso va para el tanque (cárcel), y sin chistar.

Por otro lado, en Miami se prepara una manifestación, y una Flotilla a cargo del Movimiento Democracia. La Flotilla reunirá a un grupo de embarcaciones que iluminarán el cielo desde las 12 millas y media, sin traspasar la línea, confusa en medio del mar, de la frontera de las aguas internacionales con las aguas cubanas. Ya en otra ocasión esta flotilla intentó lanzar flores en aguas cubanas y Cuba arremetió con lanchas y aviones de combate. Lo de la Flotilla lo entiendo hasta cierto punto, creo que es un acto simbólico y aguerrido, pero un poco locoide, porque no veo interés ninguno en llevarle paz y democracia a los cubanos de adentro valiéndose de barcos y fuegos artificiales o rayos láseres. Será una nueva estrategia mediante un mensaje carnavalesco de paz; pero así es una parte del exilio, y bueno, esperemos que tengan éxito en la empresa, y que un rayo de esos le cambie le mentalidad a los cubanos de a pie y se decidan a salir a las calles, si no a combatir, al menos a acompañar –si es que la dejan salir– la marcha de opositores.

Para mí, sin embargo, el mayor regalo y la más grande prueba, y lo que realmente deberíamos festejar, con bombos y platillos, y así lo están haciendo algunos canales de la televisión de Miami, es la llegada a esa ciudad de uno de los mayores deportistas de Cuba y del mundo: Rafael Castillo. Un nadador parapléjico, que ha ganado unas cuantas medallas y que tiene el récord de ser el tercer mejor nadador parapléjico en su categoría. Al joven le falta un brazo y una pierna, se encontraba en Guadalajara, México, con vistas a participar en una competición en el equipo oficial castrista y consiguió evadirse, preparó un plan muy exhaustivo y consiguió llegar a Miami haciéndose pasar por puertorriqueño. Hubo de pasar por varios contratiempos, complejos, pero lo logró. Su pasaporte fueron sus medallas, y no hay más bello y mejor ganado pasaporte que ése.

Me gustaría poner en este artículo un link a un sitio web de Rafael Castillo, pero curiosamente todos han desaparecido de la red como por arte de birlibirloque. El joven se expresa de manera respetuosa, posee unas energías y un carácter muy positivos y, además, se nota que está decidido a seguir siendo quien es, un campeón, y una persona buena que ama la libertad por encima de todo.

En uno de los reportajes de la televisión miamense se ve cómo el joven es acompañado a una tienda de utensilios ortopédicos y allí se le confirma que recibirá una prótesis para su brazo, que ha sido mandada fabricar a su medida, y le entregan la prótesis que ya ha comenzado a usar, para su pierna. Además de que el joven ya tiene entrenador, y todo augura que una prometedora carrera se abre ante su futuro. No merece menos. Es una historia conmovedora, sin duda alguna.

Y me conmueve enormemente la sinceridad con la que se expresa, tan diferente de la manera de comportarse de esos músicos que llegan a Miami bajo la égida protectora de Barack Obama y Hilary Clinton y su intercambio cultural de un solo lado, todos o una inmensa mayoría no sólo son mal educados, sino que se comportan de manera agresiva y, con toda evidencia, son muy mal agradecidos, no sólo siendo criticones del exilio –que son los que pagan las entradas para ir a verles tocar la misma porquería cansina de hace 53 años, las loas solapadas al régimen–, sino deshaciéndose en alabanzas a la dictadura.

Rafael Castillo es todo lo contrario. Siendo uno de los más grandes deportistas del planeta se comporta modestamente.

Siendo quien es, sin embargo, la potencia médica castrista, esa de la que ellos hacen gala, no lo pudo abastecer de dos prótesis en el tiempo que ese joven vivió en Cuba, toda una vida consagrada al deporte y de cuyas glorias individuales el castrismo se beneficiaba. No sólo no se ocuparon de brindarles ese confort, más que merecido y necesitado, sino que hasta el último momento lo estuvieron acosando para que regresara y proponiéndole 2 mil CUC por la medalla recién ganada, ¡qué risa, por no decir, qué asco! Además sería bueno que supieran por qué Rafael Castillo perdió su brazo y su pierna: a dos meses de nacido, Rafael Castillo cayó enfermo y en uno de los hospitales de la potencia médica castrista le pusieron un suero vencido y el niño hubo de ser amputado de un miembro superior y de uno inferior.

Esa misma potencia médica recién anuncia en El Nuevo Herald, que casi se ha convertido en El Nuevo Granma, que dos mil cubanos acaban de ser vacunados con la vacuna contra el cáncer de pulmón, "logro de la medicina castrista"; esperemos que esas vacunas estén en buen estado, no vaya a ser que deban amputar a dos mil personas de sus miembros locomotores a causa de uno de esos errores garrafales que cometen a diario. Sin embargo, todavía El Nuevo Herald no ha entrevistado al joven Rafael Castillo. Así va la cosa por los Miamis procastristas y pro cambio bajo el raulismo light.

Creo que la mayor prueba de que en Cuba se violan los derechos humanos contra todos sus ciudadanos, incluso contra los que ellos usan para sus fines, es la figura de Rafael Castillo. Así como creo que es hora de que los cubanos del exilio le demos más importancia a estos hombres y mujeres, deportistas, poetas, músicos, exiliados; y menos a los hijitos de papá, a los militarotes, a los ñángaras (comunistas) arrepentidos, que llegan numerosos a los aeropuertos de Estados Unidos y que ya aburren con sus anécdotas banales y los cuentecitos de cuando se codearon con Raúl Castro, y de cuando les dieron la misión en Angola de matar africanos con armas químicas. Basta ya. Rafael Castillo, y muchos más como él, hijos de a pie de Cuba, son los que merecen ser mencionados y recibidos como verdaderos opositores y, sobre todo, como lo que son: deportistas de élite, o en otros casos, escritores, poetas, músicos, los que de verdad son anticastristas y se han enfrentado o están dispuestos a enfrentarse al régimen sin renunciar a sus carreras y a sus vidas como lo que fueron y son, valiosos representantes, cada uno en su especialidad, de lo mejor de Cuba.



La revolución española vista por una republicana. Clara Campoamor. 2009

El libro lo recomienda Andrés Trapiello en su obra maestra Las armas y las letras, por lo tanto iba sobre seguro. La lectura ha confirmado la calidad del texto. Lo incluyo entre mis libros.

Clara Campoamor lo escribió en los años 1936 y 1937, el cuerpo principal fue escrito en noviembre de 1936, al inicio de la Guerra Civil Española. Pero el análisis que hace de la situación no ha perdido con el tiempo, al revés, éste le ha venido a dar la razón en casi todos sus planteamientos. La autora se centra en los hechos ocurridos en Madrid, asediada por el ejército alzado y dominada por el terror impuesto por los revolucionarios, una España republicana era imposible en esas circunstancias, y al final Clara Campoamor tiene que irse, como tantos otros. El análisis se centra también en las causas de la guerra, gestada durante la II República y antes. En su huida unos fascistas españoles planearon su asesinato e incluso fue retenida en Italia por el gobierno fascista italiano.

La edición es de Luis Español Bouché, quien ha realizado una gran labor. En la introducción (pp. 9-22) Español nos acerca a la vida y obra de Clara Campoamor, además de explicarnos el proceso de la traducción. Recordar que el libro fue publicado en 1937 en Suiza en francés, hasta que Español lo tradujo no existía versión en español. Esto habla muy bien de la industrial editorial española, ¡¡¡68 años hasta que hemos tenido el libro en español!!! El libro acaba con un anexo donde se incluyen datos de personajes relacionados con la época y los integrantes de los gobiernos de la II República en España (1931 - 1936). Le falta un índice onomástico.

El libro se lee fácil, pero el esfuerzo del traductor es grande, ya que el libro seguramente fue dictado en español por Clara Campoamor a Antoinette Quinche, y en el camino quedaron algunas palabras poco claras, incluso Español se enfrenta a problemas de redacción, por ejemplo (p. 38) en el capítulo XIII donde da la sensación que Clara Campoamor elogia a los terroristas de la quinta columna que usan "coches de la Cruz Roja para ametrallar milicianos". Luis Español se encarga de acarar todo con las notas pertinentes.

La obra contiene errores, por ejemplo, cuando denuncia el asesinato de Rafael Guerra del Río a manos de milianos, como no podía ser de otra manera, dado que la misma se estaba escribiendo mientras se producían muchos de los hechos narrados. Pero esos errores no afectan a la idea principal del libro, la violencia desatada dentro de la República y que acabó con casi todos los demócratas y liberales que había, muertos o expulsados, por el contrario dan más mérito al texto ya que la información disponible en ese instante era muy complicada de conseguir y poco fiable. a pesar de todo ello Campoamor es capaz de iluminarnos con sus reflexiones.

La situación caótica de Madrid con la imposición de "los métodos anarquistas, desde la mitad de mayo hasta el inicio de la guerra civil" (p. 45) es descrita por la autora: "los obreros comían en los hoteles, restaurantes y cafés, negándose a pagar la cuenta y amenazando a los dueños cuando estos manifestaban su intención de reclamar ayuda a la policía. Las mujeres de los trabajadores hacían sus compras en los ultramarinos sin pagarlas, [...] los pequeños comercios eran saqueados".

La autora es clara: "La guerra civil, cruel, dura, vengativa, empezaba a mostrar su odioso rostro. Desde el principio se puso de manifiesto una terrible falta de mesura en el desarrollo y en las consecuencias de la lucha" (p. 73).

El análisis de los integrantes de los contendientes por parte de la autora es el siguiente (pp. 77-79):

Del lado insurgente:

- Militares republicanos (Por ejemplo, Queipo de Llano y Miguel Cabanellas).
- Militares adheridos a la República. (Por ejemplo, Franco, Goded o Fanjul).
- Militares que, sirviendo a la monarquía, eran de opiniones liberales. (Por ejemplo, Mola).
- Miembros de partidos políticos de la derecha católica.
- Monárquicos constitucionales partidarios de Alfonso de Borbón.
- Los carlistas y tradicionalistas.
- Los católicos a machamartillo.
- Los fascistas, miembros de la Falange Española.

En el lado gubernamental:

- Los socialistas: evolucionistas, centristas y revolucionarios.
- Los comunistas rusófilos.
- La izquierda catalana.
- Los nacionalistas vascos.
- La Unión General de Trabajadores (UGT).
- El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). [Ver Homenaje a Cataluña de George Orwell]
- La confederación Nacional del Trabajo (CNT).
- La Federación Anarquista Ibérica (FAI).

Y tal como indica Luis Español "la amplitud y la claridad de la visión de Clara Campoamor en noviembre de 1936" impresiona: "No resulta por tanto descabellado prever que la lucha iniciada no supone más que una inmensa pérdida de energía ya que tras la victoria de uno de los dos grupos se recaerá en la agitación y el partido más fuerte acabará por vencer a los demás, imponiendo una dictadura aplastante". Efectivamente, Franco fue el que se impuso a unos y a otros, y fue dictador 36 años.

La autora escribe sobre las promesas electorales de los partidos de izquierda y derecha durante la II República fueron incumplidas constantemente o se adoptaban medidas que rompían con "cualquier continuidad de la política del régimen anulando las medidas legales tomadas por el gobierno anterior". Se hacían con el único objetivo de atraer votos (p. 83). Además de criticar que "los partidos deberían haberse mantenido en las esferas superiores de la moral política y no rebajarse recurriendo al populismo y la ciega agitación" (p. 87).

Las causas de la debilidad de los gubernamentales se encuentran en: 

1. La carencia técnica. Esa técnica tan despreciada por la extrema izquierda (p. 90).
2. La falta de disciplina. "Los milicianos se negaron a obedecer a los pocos oficiales que permanecieron fieles" (p. 93).
3. El terror en la retaguardia (p. 97). "Pasear a todo sospechoso o todo enemigo personal se convirtió en el apasionado deporte de los milicianos de la retaguardia" (p. 99).

Según la autora "el gobierno hubiese podido detener los saqueos y la anarquía ya que disponía de la Guardia Civil que, muy numerosa en Madrid, no se había puesto del lado de los alzados" (p. 100). 

Para "organizar las matanzas" se formaron las checas extra-legales o tribunales revolucionarios, "compuesto por miembros de todos los partidos del Frente Popular" (p. 101).

Toda esa violencia no puede ser explicada ni justificada por "la exasperación provocada por una guerra civil" y así los ciudadanos pacíficos "comprendieron el peligro que suponía para ellos ese terror ejercido por una chusma rencorosa envenenada por una odiosa propaganda de clase" (p. 108).

El gobierno acabó por actuar contra las milicias cuando estas, por ejemplo, trataron de entrar en la embajada de Inglaterra o cuando se fotografiaron mofándose de los esqueletos hallados en las iglesias, es decir, "cuando éstas [las milicias], por sus actos, lo ponían [al gobierno] en peligro" (pp. 111-112).

También hay lugar en libro para los excesos de los sublevados: "Las fotografías de los periódicos extranjeros muestran montones de combatientes fusilados por los alzados al entrar sus ejércitos en las ciudades. Se pisotean todas las leyes de la guerra" (p. 120).

De las Cortes la autora indica que ya no existían. "De los 470 diputados electos, siete meses y medio antes, sólo un centenar se presentaron a la nueva convocatoria" (p. 125).

De Pablo Iglesias, fundador del PSOE, la autora destaca estas cariñosas palabras que le dirigió a Antonio Maura, Presidente del Gobierno, en 1909: "Dirijo mil hombres que siguen ciegamente mis órdenes y que esta noche pegarán fuego a Madrid, si yo se lo ordeno..." (p. 133). Un demócrata convencido don Pablo.

La autora escribe estas inteligentes palabras, tan actuales: "La técnica y la ciencia le son necesarias a una política inteligente que aspira a ser algo más que una demagogia abocada al suicidio, amén de grotesca.

Este eterno desprecio por la preparación y el conocimiento  ha conducido la izquierda desde el atolladero político al atolladero militar en el que ahora se encuentra" (p. 149).

Y estas otras: "La heterogénea composición de los grupos que constituyen cada uno de los bandos [...] demuestra que hay al menos tantos elementos liberales entre los alzados como anti demócratas en el bando gubernamental" (p. 149).

En otra página (151) da en el clavo doña Clara: "Si [...] las causas de la debilidad de los gubernamentales llevan a la victoria de los nacionalistas, éstos habrán de empezar por instaurar un régimen que detenga los enfrentamientos internos y restablezca el orden. Este régimen, lo suficientemente fuerte como para imponerse a todos, sólo puede ser una dictadura militar".

La autora recoge esta cita de Castelar, hablando por última vez a las Cortes de la Primera República: "La política no es nada si no es una transacción entre el ideal y la necesidad nacional" (p. 152).

En la gestación de la II República se unieron la derecha, los monárquicos liberales, militares como Queipo de Llano, Sanjurjo (que negó el apoyo de la Guardia Civil al rey), los partidos republicanos y los autonomistas de Cataluña y las Vascongadas. "Se llegó de este modo a construir, más que un movimiento republicano, un movimiento contra la monarquía" (p. 157).

La autora critica que los republicanos, "demasiado ilusionados por [la] llegada de la República, no pensaron un instante en la organización que iban a dar al nuevo régimen" (p. 158).

La violencia empezó pronto en la República: "Algunos monárquicos, silencioso el 14 de abril [día de proclamación de la II República], se manifestaron en mayo y las masas populares les contestaron con una violenta reacción quemando iglesias" (p. 159).

La autora se muestra muy crítica con los socialistas y sus actitudes durante la II República (p. 166).

La salvación de la República pudo llegar si todos los republicanos hubiesen estado unidos. "Habrían podido llevar a cabo una política liberal, burguesa, evolucionista, tan alejada de las ambiciones más desfasadas de la derecha como de las vanas aspiraciones del marxismo" (pp. 173-174).

Irónicamente la autora escribe: "Se sabe también que los autores de los excesos, o los que han tolerado que se cometan, siempre encuentran excusas aunque sólo consistan en pretender que hay que juzgar las revoluciones en su conjunto y no en sus detalles, por elocuentes que sean. ¡Y yo no quería ser uno de esos detalles sacrificados inútilmente!" (p. 176).

Otra joya de las letras españolas, recuperada muy tarde, pero que podrá ser disfrutada por todo aquel interesado en la historia de España y en un análisis inteligente de lo sucedido en España al inicio de la guerra civil y sus años anteriores.

Merece la pena indagar en la vida de Clara Campoamor, una luchadora.


Autora: Clara Campoamor.
Título: La revolución española vista por una republicana. 
Ediciones Espuela de Plata
3ª edición ampliada y revisada: junio de 2009
Edición de Luis Español Bouché
257 páginas.

David Gray (1970)

The Storyteller
Sun And Moon
Dreamers
title unknown
Willing His Return
Braids
Blue Turban
Braid
Lost In Thought
Rebecca
Second Look
A Place In Between
Jessica With Ingres
Hannah
Angel
Curious
Blue Ribbon
Echo
After The Dream
Homage
Daydreamer
Waiting For The Sun
Sunday Chore
Hope

Libros y cadáveres

Por Mario Vargas Llosa.



Entre el 21 y el 23 de noviembre hubo en los barrios pobres de Guadalajara (Jalisco) lo que los mexicanos llaman levantones, es decir, secuestros. Las víctimas eran, casi todas, jóvenes de humildes oficios -repartidores, electricistas, mecánicos, vendedores de chatarra, panaderos- y algunos de ellos estaban fichados por la policía por delitos menores como atracos callejeros y robo de autos.

Un día después, el 24, todos ellos aparecieron -eran 26- muertos, con las manos y pies atados, huellas de balas en la cabeza y algunos con señales de tortura. Los asesinos embutieron los 26 cadáveres en tres camionetas robadas que dejaron cerca de los Arcos del Milenio, en pleno centro de la ciudad y a pocas cuadras del local donde dos días más tarde se inauguraría la 25ª edición de la Feria Internacional del Libro, sin duda la más importante de las muchas que se celebran en el mundo de lengua española.

¿Quién y por qué perpetró ese horrendo crimen? Según un reportaje estremecedor aparecido en el semanario Proceso, del 27 de noviembre, los asesinos fueron sicarios de uno de los cárteles más poderosos de la droga, el de Zeta-Milenio, que con esta matanza se proponía simplemente advertir a un cártel rival, el del Pacífico, lo que le esperaba si seguía empeñado en tender sus redes en tierras de Jalisco, que los zetas consideran exclusivamente suyas. Lo que pone los pelos de punta al leer esta crónica no son solo los horripilantes excesos de crueldad cometidos por los forajidos en esta ocasión, sino que salvajismos de esta índole son frecuentes en distintos lugares de México, donde cerca de 50.000 personas han perecido ya desde que el Gobierno del presidente Felipe Calderón decidió enfrentar militarmente los cárteles de la droga que habían comenzado a infiltrarse como una hidra por todos los vericuetos del Estado, empezando por los cuerpos policiales.

Declarar esta guerra fue un acto de coraje, sin duda, que ha servido para sacar a la luz del día y mostrar el enorme poder económico y bélico del monstruo que anidaba en las entrañas de la sociedad mexicana, pero, también, para comprobar lo quimérico que es ya en nuestros días creer que se podrá acabar con el tráfico de drogas y la delincuencia y crímenes que genera mediante la simple represión. La bestia ha crecido demasiado y cuenta con demasiados recursos para poder derrotarla por las armas de modo definitivo. Ella se reproduce como las serpientes en la cabeza de la Medusa y la violencia que desata puede llegar a desarticular el funcionamiento de todas las instituciones y a convertir la democracia en una caricatura de sí misma.

Proceso reproduce el mensaje que los autores del asesinato dejaron garabateado en una de las camionetas. Basta tratar de leerlo para darse cuenta de la indescriptible mescolanza de ignominia, crueldad y estupidez que guía a los forajidos. Comienzan advirtiendo que "el pleito no es con la población civil. Es con el Chapo y Mayo Zambada que andan queriendo pelear y no defienden ni su tierra". Acusan a sus enemigos de ser "informantes de los gringos" y piden a las gentes de Jalisco que "se quiten la venda de los ojos". Añaden: "Aquí les dejamos estos muertitos. Sí, los levantamos nosotros para que miren que sin la ayuda de ningún cabrón estamos metidos hasta la cocina". Se despiden de este modo jactancioso: "Atentamente. Grupo Z, el cártel fuerte a nivel nacional. El único cártel no informante de los gringos. Lealtad, honor, Grupo Z, siempre leales". (He puesto la puntuación para hacer algo más comprensible ese mazacote sintético). Lo que parecen querer decir es muy simple: "Asesinamos a esos 26 solo para demostrar que podemos hacerlo". No tenían inquina alguna contra sus víctimas. Los aniquilaron solamente para que el enemigo supiera que estaban en condiciones de acabar con cualquiera que pretendiera disputarles el monopolio que se habían ganado a punta de dinero y balazos.

¿Significa esto que México seguirá hundiéndose en la barbarie de manera irreversible?

Nada de eso. Yo llegué a la ciudad de Guadalajara dos días después de aquella matanza, permanecí cuatro días en la ciudad y no vi ni un solo muerto ni una sola escena de violencia. Más bien, mañana, tarde y noche estuve rodeado de libros y de gentes cultas, apasionadas por el arte, las ideas, la música, la poesía, las novelas, hombres y mujeres que acudían en masa a escuchar presentaciones de novedades literarias, diálogos y debates de escritores, filósofos, politólogos, críticos y masas de personas que salían de los interminables pabellones de la Feria con enormes bolsas llenas de los libros que acaban de comprar. Tuve un diálogo público con Herta Muller sobre la vocación literaria y creo que ninguno de los dos vio jamás un público tan atento y numeroso, unos 1.800 espectadores. Cualquiera que hubiera vivido solo esa experiencia hubiera concluido que México está muy lejos de la barbarie y es uno de los países más civilizados, libres y cultos del planeta.

En verdad, México, como el resto de América Latina y buena parte del mundo, es ahora las dos cosas a la vez. Si, antaño, parecía que la civilización y la barbarie tenían bien definidas sus demarcaciones y eran antagónicas, hoy descubrimos que aquella era una más de las muchas ilusiones que fabricamos para no sentirnos demasiado inseguros en el mundo en que vivimos. Gracias al fanatismo religioso y político y su símbolo -el terrorista suicida- y a la criminalidad que la industria de la droga genera por doquier, además de factores como las enormes desigualdades económicas, el desplome de los valores espirituales y religiosos y el generalizado desapego a la ley, la barbarie es hoy un ingrediente esencial de la civilización, una de sus expresiones. No es una casualidad que en Noruega, que parecía un pequeño paraíso, el salvador de la humanidad Anders Behring Breivik se cargara el 22 de julio pasado a 77 inocentes, solo para mandar un mensaje al adversario, como hacen los zetas mexicanos.

Cuando recuerda que el Holocausto fue obra de un país que era el mismo de Goethe, Beethoven, Rilke y Thomas Mann, George Steiner saca la siguiente lección: "Las humanidades no humanizan". Tal vez tenga razón, tal vez sea cierto que la cultura no nos defiende contra el instinto tanático de destrucción y muerte que se disputa en nuestro ser con el Eros constructivo, solidario y vital.

Pero, acaso, la cercanía del peligro y del horror sea un poderoso aliciente para el quehacer cultural, lo impregne de una atracción hechicera y de una fuerza mágica a la que inconscientemente acudimos en pos de consuelo, ayuda, seguridad, cuando el suelo parece estar cediendo bajo nuestros pies. ¿Es esa la explicación de la extraordinaria concurrencia de jóvenes que, procedentes de todas las provincias de México, acuden a la Feria del Libro de Guadalajara? Las tres o cuatro veces que he estado allí siempre me llamó la atención esa presencia sobresaliente de chicos y chicas. Y este año ella ha sido infinitamente más numerosa que las anteriores, añadida de un gran número de niños que poblaban los pabellones de literatura infantil. Esos millares de muchachos y muchachas circulando por todos los rincones de la Feria, haciendo largas colas para asistir a los actos programados, hojeando los libros de las estanterías o leyendo tumbados por los suelos o apretujados en los cafés y salas de descanso, parecían inmunizados contra los peligros que erizan las calles de México, fuera del alcance de esos pistoleros semianalfabetos, armados de las armas más modernas de la industria bélica, que levantan a los indefensos transeúntes y los matan solo para que sus competidores sepan lo feroces y mortíferos que son.

La Feria del Libro de Guadalajara comenzó hace un cuarto de siglo sin muchas ínfulas pero ha ido creciendo de manera sistemática, sin pausa, y es ahora un encuentro internacional al que acuden editores, agentes, libreros, escritores y lectores de todos los países del globo. Su notable éxito se debe a que ha sabido combinar el aspecto industrial y comercial con el cultural, de mercado que es al mismo tiempo un semillero de actividades creativas en la que participan intelectuales y escritores de todas las culturas del globo. Ahora no solo existe en el Estado de Jalisco. Desde el año pasado se celebra también en Los Ángeles y esta es, creo, la única feria en Estados Unidos dedicada exclusivamente al libro en español.

Se trata de un espectáculo hermoso y gratificante, sin duda. Y, también, de un homenaje a esos 26 pobres diablos sacrificados de manera inmisericorde por las guerras cainitas del narcotráfico. Porque no hay nada más lejano de la muerte, la crueldad y la brutalidad que el amor por los libros.

Two anecdotes and a complaint.

By Scott Sumner.

Here’s a couple anecdotes I’ve heard about unemployment insurance:

1. A couple years ago a commenter mentioned the following story from someone who ran a hotel in California. A dozen or so maids were laid off during the recession. After a few months the owner tried to hire them back. They declined, saying that with their husband’s income and their unemployment insurance checks they found they didn’t need the second income. But note; if they were collecting UI then they would be required to call themselves “unemployed.”

2. A few days ago an acquaintance mentioned that he heard the following story from a Chicago taxi driver. He said it was hard to keep drivers, because they’d work for a few months and then go collect UI.

How are we to react to stories like these? Are they apocryphal? After all, you can’t collect UI if you quit your job. Except you can, I’ve known people who did so. Are they not politically correct? Do they represent “blaming the victim?” (Something I’ve been doing a lot recently.)

OK, here’s my complaint. I don’t like the way progressive bloggers talk about this issue, for all sorts of reasons (which have nothing to do with ideology–I’m not hostile to their policy views.) There’s a suggestion that anyone who talks about the disincentive effects of UI is somehow either clueless or cold-hearted. Maybe that’s true of some, but there are all sorts of reasons to take this issue very seriously. And suggesting UI has effects on employment is not the same thing as calling unemployed people “lazy.” Consider the following:

1. The statistical evidence on UI is overwhelming significant. When the UI benefits maxed out at 26 weeks, there was a spike in the number re-employed right after the benefits ran out. That’s not to say the benefits are necessarily inefficient, if the spike was due to the income effect then UI might actually make the job market more efficient. But it’s hard to dispute the fact that UI insurance does have some effect on labor supply. And that means some effect on employment, as studies show that the effects on unemployment duration even occur in areas with double digit unemployment.

2. Many Western European countries such as France saw their natural rates of unemployment rise from around 2% in the 1960s to about 10% in the 1980s. We don’t know all the reasons, but the most plausible explanations have to do with various labor market policies. Progressives have NEVER come up with a plausible explanation for this sharp rise in the European natural rate of unemployment. Until they do they have no business calling out conservatives who warn that the same thing could happen here.

3. Denmark recently found that their four year maximum on UI benefits was distorting the labor market, and cut the maximum duration to 2 years. Denmark is arguably the most progressive, most civic-minded country on Earth. Were they just imagining this problem? Were the policymakers over there hypnotized by Casey Mulligan?

4. Both liberals and conservatives seem prejudiced against the proletariat, but in slightly different ways. Some conservatives seem to think the unemployed are lazy, not willing to work hard. This outrages liberals, but I find their defense of the unemployed to be just as offensive. They seem to concede that if UI did increase unemployment, then the accusation of “laziness” would be valid. That’s easy to say if you have a nice, cushy, interesting white collar job that pays well.

I used to do various construction jobs like painting and roofing. It’s work I can do. Suppose I lost my six figure job and was offered a job paying $20,000 a year doing roofing. Would I take it? No, I’m too “lazy.” I’d keep collecting those UI checks and keep looking. Now consider those lucky hotel maids that were offered jobs paying something like $20,000 for the privilege of cleaning toilets and watching naked IMF chiefs parade around. And let’s assume they didn’t need the money because their husband had a job and they were also getting UI checks. And maybe they had kids they wanted to spend time with. How’s their decision any different from mine? Don’t we all follow self-interest? How does all this moralizing advance the positive issue of how many people are unemployed due to the 99 week UI maximum.

I don’t think anyone claims it’s the reason for all unemployment—large numbers of unemployed don’t even collect UI insurance. My guess is that around 1 out of every 100 Americans are current unemployed due to extended UI and higher minimum wage rates. Casey Mulligan seems to think it’s 2 or 3 out of 100. I think that’s too high, that AD is still a big problem. But we ought to be able to have a civil debate without descending into personal attacks. It’s an empirical question, and until we understand it that way we won’t be able to make sensible policy judgments. My hunch is that the Danes have already reached this understanding.

Now for a curve ball. I’m not calling for less UI right now. I’d like to see more monetary stimulus, and then gradually reduce the maximum UI benefits as jobs become more available. So I have “progressive” views on the AD question. But just because AD matters doesn’t mean AS stops mattering, no matter what the new-old Keynesian models tell us, and no matter how squeamish we are about talking about the issue.

In the long run we should reform UI to give workers more “skin in the game” (and idea progressives seem to hate.) If it’s going to worsen inequality, then accompany it with actions that make the payroll tax more progressive.

Why We Should Thank the Chinese Currency Manipulators

By Mark Perry.



Yes, China manipulates its currency, but it’s a form of generous foreign aid to Americans.

At a recent event hosted by The Aspen Institute, "Is U.S. Trade Policy Helping or Hurting Manufacturing?" and featuring former U.S. Trade Representative Susan Schwab and former principal economic adviser to Vice President Joseph Biden Jared Bernstein, there was a lively debate on a number of issues relating to trade and manufacturing. While there were differences of opinion on most topics, there was a strong consensus (including among the attendees) on one topic: China is a currency manipulator. Here is a summary of that consensus, as I understand it:
1. China manipulates its currency by keeping the yuan undervalued and the dollar overvalued.
2. That currency manipulation gives China an economic advantage that harms the United States.
3. The United States and other countries should individually or collectively take steps to persuade or force China to stop its manipulation.
4. Solutions to China’s currency manipulation range from direct legislation, like the bill passed recently in the Senate that will impose stiff tariffs on Chinese goods if the Treasury finds evidence of currency manipulation, to other forms of indirect pressure on China to persuade it to stop manipulating its currency.
Let me break from that consensus about China’s currency policy and present an alternative position:
In the best of all possible worlds for the United States, China would use its labor and capital to manufacture consumer products like clothing, footwear, furniture, electronics, and appliances and send $300 billion worth of these products to U.S. consumers for free every year as a gift or a form of foreign aid to the American people. In addition, the Chinese would produce and send to America another $100 billion worth of raw materials, parts, industrial supplies, inputs, and natural resources at no charge, as a gift to American manufacturers every year. (Note: That’s roughly the amount of goods we will purchase from China this year.)
Can there really be any argument that such an arrangement, where America would receive $400 billion worth of free goods every year from China, would be to the unquestionable economic advantage of the United States? Unfortunately, that extreme Chinese generosity is not realistic, so here's a possible second-best outcome:
Instead of sending us $400 billion worth of goods annually for free, China offers an attractive alternative. It agrees to send us $500 billion worth of consumer and industrial goods every year, but agrees to sell us those manufactured goods at a substantial 20 percent discount for only $400 billion. In that case, the amount of foreign aid will be less than the $400 billion in the first example, but will still be significant—a $100 billion gift every year from the Chinese people to the American people.
How will China generate this $100 billion in annual foreign aid to the United States? One way is to keep its currency undervalued to bring about the 20 percent discount on its products coming to America.
Which then raises the question: If China is willing to undervalue its currency, and in the process provide approximately $100 billion of foreign aid annually to American consumers and businesses, what’s the problem? Why should we complain?
And that is my main point: that the "manipulation" of China's currency is actually to the distinct advantage of millions of American consumers (especially low-income Americans) and U.S. businesses buying products made in China. Those two groups certainly aren't complaining about low-priced Chinese products, and in fact would be made worse off if China were forced to revalue its currency and in the process make its products more expensive for Americans.
So if neither American consumers nor U.S. import-buying businesses would benefit from a stronger yuan and a reduction in China's "foreign aid" to America, who would really benefit? The same group that always benefits from protectionist, mercantilist trade policies: domestic producers who compete against foreign rivals in China and elsewhere.
We know from economic theory and empirical evidence that protectionist tariffs produce benefits for domestic producers, but also higher costs for domestic consumers. Unfortunately, the costs to consumers from protectionism are greater than the benefits to producers, resulting in a net economic loss for the country and a reduction in its standard of living.
Likewise, forcing China to appreciate its currency would be equivalent to a protectionist tariff on Chinese goods and would make American consumers, import-buying companies, and the country as a whole worse off.
So when you hear discussion of China’s currency manipulation, keep the following in mind:
1. China's currency manipulation is a form of foreign aid, and to the direct advantage of millions of U.S. consumers, especially low-income groups, and to the direct advantage of thousands of American companies buying inputs from China.
2. Forcing China to revalue its currency would benefit some American manufacturers competing with China, but would significantly harm those American consumers and businesses currently buying undervalued imports. On net, there would be more harm to American consumers than benefits to American manufacturers, which would reduce our overall standard of living.
3. Like other forms of mercantilism and protectionism, forcing or pressuring China to appreciate its currency would favor certain domestic producers over millions of consumers and import-buying companies, but would make the United States worse off, not better off.
4. Finally, instead of complaining, we should be thankful for China's foreign aid to Americans through an undervalued yuan, overvalued dollar, and undervalued goods that collectively save American consumers and companies billions of dollars every year.
Bottom Line: If you wouldn't object to China sending products to the United States for free, then on what basis would you object to currency “manipulation” that allows you to purchase undervalued Chinese imports at a huge discount and great bargain?