Cuatro dogmas de la neurociencia cuantitativa

Eduardo Robredo.


Cuatro neurocientíficos radicados en Brasil han publicado un llamativo artículo en European Journal of Neuroscience discutiendo cuatro "dogmas" de la neurociencia cuantitativa que son aceptados ampliamente a pesar de no estar respaldados por las evidencias.

1. La corteza cerebral es el mayor logro de la evolución del cerebro

La idea de que el tamaño del cerebro, y determinadas regiones suyas en especial, es un correlato suficiente de las habilidades cognitivas, contrasta con la visión de las neuronas (y últimamente de las células gliales) como el aspecto verdaderamente prevalente de la cognición, en cuanto unidades computaciones mínimas de los sistemas nerviosos, tal y como ha revelado el descubrimiento de las llamadas "células gnósticas" y las "neuronas espejo" tanto en primates no humanos como en humanos.

Esta visión popular centrada en el crecimiento evolutivo del cerebro, que alcanzaría su punto álgido en el córtex de los mamíferos, se ha convertido en un "dogma" según Lent y sus colegas, que insisten en que no es tanto la corteza, sino el cerebelo, el que ha experimentado un mayor crecimiento evolutivo (las células del cerebelo en roedores representan el 60% de las totales, mientras que en macacos suponen un 83%, y un 80% en humanos). Así pues "la evolución coordinada de tanto el neocórtex como el cerebellum debería verse como una inversión evolucionista más realista que resultó en la computación cognitiva de los primates más evolucionados, incluyendo los humanos".

2. El cerebro humano posee 100.000 millones de neuronas y 10 veces más de células gliales

“Sobre la base del volumen estimado del cerebro,
 no se sabe por qué el Homo Neanderthalensis
contenía 100.000 millones de neuronas”.
Este número que los autores llaman "mágico" está ampliamente aceptado en artículos científicos a pesar de que se sostiene en evidencias escasas o ambiguas. Uno de los autores del artículo, Azevedo, ha contribuído en concreto a reducir la incertidumbre sobre el número de neuronas empleando "fraccionador isotrópico", reduciendo el número hasta unas 86.000 millones (un 15% inferior al número "mágico"). Por otra parte, se ha de tener en cuenta que el cerebelo contiene el 80% de las neuronas totales, a pesar de sólo suponer un 10% de la masa total del cerebro. Otras estimaciones sobre la proporción entre células gliales y neurales  ha reducido la diferencia de 10:1 hasta cerca de 1, también muy lejos de los porcentajes mágicos.

3. El cerebro humano es excepcionalmente complejo en comparación al de los demás primates

La creencia en que el cerebro humano presenta propiedades excepcionales depende de una concepción antropocéntrica, desde luego, pero también de unos sesgados "cocientes de encefalización" que miden la relación entre el tamaño del cerebro y del cuerpo, y que sitúan a los humanos muy por delante de otros animales. Según los autores, estas conclusiones menosprecian que hay diferencias de escala en la evolución de distintas especies y órdenes. El cerebro humano no es un resultado excepcional, dado nuestro linaje ancestral, sino el resultado de una escala lineal característica de los primates: "No somos especiales por naturaleza, sino únicamente primates con grandes cerebros".

4. Los cerebros crecieron en evolución y desarrollo añadiendo módulos uniformes

Suponiendo que la corteza está organizada de forma modular, se ha supuesto también que un número constante de neuronas siguen a la formación de nuevas áreas corticales. Sin embargo, recientemente se ha averiguado que existe una variación de hasta el 300% en primates para el número de neuronas que se encuentran en una unidad pequeña de volumen cerebral. En consecuencia, la superficie total de la corteza no parece incrementarse de forma lineal en relación al número de neuronas. Las llamadas columnas corticales no son uniformes, por tanto, aunque esto no implica que el cerebro no esté organizado en módulos.


He encontrado este artículo a través de Antonio Orbe


ResearchBlogging.orgLent R, Azevedo FA, Andrade-Moraes CH, &; Pinto AV (2012). How many neurons do you have? Some dogmas of quantitative neuroscience under revision.The European journal of neuroscience, 35 (1), 1-9 PMID: 22151227

La estampida

Andrés Trapiello.



HACE unas semanas, mirando en You Tube cierta entrevista con la admiradísima Hannah Arendt, realizada en 1974, le oímos expresar sobre el feminismo y el papel de las mujeres en las sociedades modernas opiniones que difícilmente habría sostenido hoy. A lo largo de su vida, nos dice, prefirió ocupar un lugar secundario, dejando que fuesen los hombres quienes tomaran las decisiones y ejercieran el poder político, económico, social: le había resultado más cómodo. Oírselo decir a una mujer inteligente no es  lo menos relevante. La lista de hombres abiertamente misóginos es, por lo demás, tan larga, desde Platón hasta hoy, y las cosas increíbles y cómicas que ellos hayan podido decir de las mujeres tan numerosas, que más que pesar producen asombro: ¿cómo, nos preguntamos, varones tan preclaros llegaron a pensar y a creer firmemente tales tonterías?

En otro orden de cosas cualquiera que haya leído a Cervantes sabe que las opiniones de este a propósito de “la morisma” son abiertamente hostiles y despectivas, las de Baroja sobre los judíos racistas  y las de nuestro querido JRJ sobre “los maricas” de una intransigencia sin par en él.  Cuando leemos a ciertos autores antiguos, sensibles a todo lo concerniente al dolor humano, nos anonada comprobar que trataban a sus esclavos con menos consideración que a sus caballos, por no hablar de la idea que tenían de los niños y su educación algunos de los padres de la Ilustración.

Lo que hace complejo el mundo es que a pesar de que tales o cuales opiniones nos parezcan inadmisibles en la actualidad, los libros en los que vienen expresadas pueden resultarnos a menudo hondos y valiosos por otros conceptos, y comprendemos que tales opiniones no fueron en realidad sino eco de las que compartían con muchos de sus contemporáneos. Lo que pensaba Arendt de las mujeres lo pensaban la mayor parte de las mujeres de su siglo, y de los hombres, claro; la idea que tenía Cervantes de los moros, la tenían todos los cristianos; la opinión de don Pío de los judíos la compartía con miles de antisemitas de medio mundo, y lo que pensaba de los homosexuales JRJ era lo que pensaba la inmensa mayoría. Ninguna de esas opiniones injustificables fue discordante en su contexto y circunstancias, sino parte del coro de su tiempo. 

Cada época ha hecho el ridículo con algo. En este momento, usted y yo tenemos de tal o cual asunto una opinión que será considerada dentro de un siglo, con toda probabilidad, grotesca, patética, despiadada, pese a que a nosotros nos pareció  razonable. ¿Y cómo evitarlo, si no sabemos cuál es? ¿No hay un modo de obrar que nos ponga a salvo de nuestra propia estupidez? Seguramente no. En un tiempo como el nuestro, en el que todo está cambiando a una velocidad de vértigo, menos aún. Permanecer junto a los débiles nos aseguraría una causa noble, ¿pero quién quiere quedarse orillado, en un mundo en el que todo va tan rápido,  entre acelerones y estampidas provocadas? Claro que nuestras prisas podrían ser no sólo nuestro talón de Aquiles, por donde se eche a perder la humanidad, sino precisamente las que nos hagan parecer en el futuro completamente idiotas, si acaso no unos locos temerarios. 

   [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 15 de enero de 2012]

Segovia y Peñafiel





































Tale of two small countries. Obvious reason for vast economic disparity between Cayman and Belize

Richard Rahn.



Cayman is rich, and Belize is poor. Why? Both are small Caribbean countries with the same climate and roughly the same mixed racial heritage, and both were English-speaking British colonies. Belize (the former British Honduras) received its independence in 1981, while Cayman is still not fully independent but is self-governing at the local level, with its own currency, laws and regulations.
Belize should be richer: It has a larger population than Cayman (345,000 as contrasted with Cayman’s 54,000). Belize has a much larger and more varied land area with many more natural resources, including gas and oil, and some rich agricultural land that Cayman lacks. Both have nice beaches, but Belizehas the second-largest barrier reef in the world after Australia and also has Mayan ruins. Yet Cayman, with fewer points of interests, has done more to attract tourists.
Back in the early 1970s, Cayman was as poor on a per capita basis as isBelize today. Both countries had ambitions to be tourist and financial centers. Cayman succeeded and has about six times the real per capita income of Belize. What did Cayman do right and Belize do wrong?
Perhaps most important is that Cayman had and maintained a competent and honest judicial system, which gave foreign investors confidence that their property would be protected. Cayman also has a very low crime rate. Tourists and other visitors walk around freely day or night in Cayman without fear. Unfortunately, the same cannot be said for many parts of Belize, where crime is often a problem. In addition, many judges in Belize are poorly trained, incompetent and, in some cases, corrupt. These issues cause foreign investors to consider higher-risk factors for projects in Belize as contrasted with Cayman.
The Washington Times The Washington Times
Belize has a more investor-friendly tax system than the United States, but Cayman has no corporate or individual income taxes on noncitizens and citizens alike - advantage Cayman. The problem for Belize is that it is competing with the likes of Cayman, Bermuda, the Bahamas and the British Virgin Islands, but not the United States. Also, the regulatory environment in Cayman is largely free of corruption, which is not true inBelize.
The latest Index of Economic Freedom ranks Belize as the 77th most economically free country in the world (out of 179). If Cayman were large enough to be ranked, it almost certainly would be in the top 10. There is a very high correlation between economic freedom and per capita income. Any country can decide to become more free. Belize ranks a miserable 93 out of 183 countries ranked by the World Bank’s DoingBusiness project.
It is obvious why Cayman is rich and Belize is poor, and it comes down to one word: governanceIf Belize would clean up its courts, fully protect property rights and adopt the best economic practices of its competitors, it could quickly become rich. For instance, it takes an average of 44 days to get all of the required permits to open a new business. In some countries, such as Estonia, Singapore and even the Commonwealth of Virginia in the U.S., the required paperwork to open a business can be done online. Thus, days have been reduced to just a few hours.
There is no reason any country has to remain poor. Countries are not poor because of climate, lack of natural resources or race. Countries as locationally varied as Singapore, Mauritius, Korea, Chile, Estonia and Cayman have become relatively rich over the past few decades. Those countries that are still relatively poor are poor because they have not put in place the necessary institutions, political structures and policies.
The United States and a number of other wealthy nations are becoming less free and thus, not surprisingly, are growing more slowly.
Belize could become rich and the U.S. and Cayman could become poor. It all depends on whether the political entities elect wise and courageous leaders.

Why we read Milton Friedman and Rose Director Friedman, "Free to Choose"

Brad DeLong.



"Lord, enlighten thou our enemies," prayed nineteenth-century British economist and moral philosopher John Stuart Mill in his "Essay on Coleridge" http://olldownload.libertyfund.org/Texts/MillJS0172/Works/Vol10/PDFs/Mill_1277.pdf. "Sharpen their wits, give acuteness to their perceptions, and consecutiveness and clearness to their reasoning powers: we are in danger from their folly, not from their wisdom; their weakness is what fills us with apprehension, not their strength."
For every left-of-center American economist in the second half of the twentieth century, Milton Friedman (1912-2006) was the incarnate answer to John Stuart Mill's prayer. His wits were smart, his perceptions acute, his arguments strong, his reasoning powers clear, coherent, and terrifyingly quick. You tangled with him at your peril. And you left not necessarily convinced, but well aware of the weak points in your own argument.
General William Westmoreland, testifying before President Nixon's Commission on an All-Volunteer [Military] Force, denounced the idea, saying that he did not want to command an army of mercenaries. Milton Friedman interrupted him:
General, would you rather command an army of slaves?
Westmoreland got angry:
I don't like to hear our patriotic draftees referred to as slaves.
And Friedman got rolling:
I don't like to hear our patriotic volunteers referred to as mercenaries. If they are mercenaries, then I, sir, am a mercenary professor, and you, sir, are a mercenary general.
And he did not stop:
We are served by mercenary physicians, we use a mercenary lawyer, and we get our meat from a mercenary butcherhttp://www.davidrhenderson.com/articles/0199_thankyou.html.
As George Shultz likes to say:
Everybody loves to argue with Milton, particularly when he isn't there.
Thinking as hard as he could until he got to the root of the issues was his most powerful skill. "Even at 94," Chicago economist andFreakonomics http://www.amazon.com/exec/obidos/ASIN/006073132x/ author Steve Levitt wrote on his website yesterday, "he would teach me something about economics whenever we talked" http://www.freakonomics.com/blog/2006/11/16/sad-news-milton-friedman-has-died/. In this morning's New York Times http://www.nytimes.com/2006/11/17/business/17milton.html, Chicago economist Austen Goolsbee quotes from Milton Friedman's Nobel autobiography:
Friedman said that when he arrived [at the University of Chicago] in the 1930s, he encountered a "vibrant intellectual atmosphere of a kind that I had never dreamed existed."
"I have never recovered."
His world-view began with a bedrock faith in people, in their ability to make judgments for themselves, and thus an imperative to maximize individual freedom. On top of that was layered a deep faith and conviction that free markets were almost always the best and most magical way of coordinating every conceivable task. On top of that was layered a powerful conviction that a look at the empirical facts--a marking-to-market of your beliefs to reality--would generate the right conclusions. And on top of that was layered a fear and suspicion of government as an easily-captured tool for the enrichment of cynical and selfish interests that sought to grab whatever they could. Suffusing all was a faith in the power of argument and the utility of reason. He was an optimist: people could be taught the truths of economics, and if they were properly taught then institutions could be built to protect all against the corruption and overreach of the government.
And he did fear the government. He hated government's and society's sticking their nose into people's private business. And he interpreted "people's private business" extremely widely. He hated the War on Drugs, which he saw as a cruel and destructive breeder of crime and violence. He scorned government licensing of professions--especially doctors, who heard over and over again about how their incomes were boosted by restrictions on the number of doctors that made Americans sicker. He feared deficit spending: cynical politicians could pretend that the costs of government were less than they were by pushing the raising of taxes to pay for spending off into the future. He sought to innoculate citizens against such political games of three-card-monte: "Remember," he would say, "to spend is to tax."
This did not mean that government had no role to play. Enforcement of property rights, adjudication of contract disputes--the standard powerful rule-of-law underpinnings of the market--plus a host of other government interventions when empirical circumstances made them appropriate: Mayor Ken Livingstone's congestion tax on cars in central London is Milton Friedman's. Friedman's negative income tax is one of the parents of what is now America's largest anti-poverty program: the Earned Income Tax Credit. And, most important, government had a very powerful and necessary role to play in keeping the monetary system working smoothly through proper control of the money stock. If there was always sufficient liquidity in the economy--enough but not too much--then you could trust the market system to do its job. If not, you got the Great Depression, or hyperinflation.
In his belief that the government was required to undertake relatively narrow but crucially important strategic interventions in order to stabilize the macroeconomy--keep production, employment, and prices on an even keel--Milton Friedman was in the same chapter if not on the same page as John Maynard Keynes, the economic giant of the previous generation whose doctrines and influence Friedman worked tirelessly to supplant and minimize. The Great Depression had convinced Keynes that central bankers alone could not rescue and stabilize the market economy. In Keynes's view, stronger and more drastic strategic interventions were needed to boost or curb demand directly.
Friedman and his coauthor Anna J. Schwartz argued in their Monetary History of the United States that this was a misreading of the lessons of the Great Depression, which in Friedman's view was caused by monetary mismanagement--or perhaps could have been rapidly alleviated by skillful monetary management--alone.
Over the course of forty years, Friedman's position carried the day. Federal Reserve Chair Ben Bernanke right now holds Milton Friedman's view, not John Maynard Keynes's, of what kind of strategic interventions in the economy are necessary to provide for maximum production, employment, and purchasing power, and stable prices.
Milton Friedman's thought is, I believe, best seen as the fusion of two strongly American currents: libertarianism and pragmatism. Friedman was a pragmatic libertarian. He believed that--as an empirical matter--giving individuals freedom and letting them coordinate their actions by buying and selling on markets would produce the best results. It was not that he thought this was natural law--that markets always worked best. It was, rather, that he believed that places where markets failed were atypical; that where markets did fail there were almost always enormous profit opportunities from entrepreneurial redesign of institutions; that the market system would create now opportunities for trade that would route around market failures; and that government failure was pervasive--that any expansion of government beyond the classical liberal state would be highly likely to cause more trouble than it could solve.
For right-of-center American libertarian economists, Milton Friedman was a powerful leader. For left-of-center American liberal economists, Milton Friedman was an enlightened adversary. We are all the stronger for his work. We will miss him.

Los jóvenes reporteros nunca mueren

Por Arturo Pérez-Reverte.


Hace unos días volví a ver la película que rodó Gerardo Herrero sobre Territorio comanche; que más que novela era un trozo de memoria personal con la ficción justa para aliñar la cosa. Rodada en escenarios tan naturales como la guerra misma, la película resiste el paso del tiempo; con la particularidad de que, al mostrar un Sarajevo agitado por los últimos coletazos del asedio serbio, contiene un valor documental extraordinario. Por mucho dinero que se metiese en la producción, sería imposible reconstruir hoy el sombrío decorado de esa ciudad destruida y peligrosa. El caso es que he visto de nuevo la película, como digo, refrescando el recuerdo que de ella conservaba: cierta cómica incomodidad cuando Imanol Arias, que en la peli hace de mí, o casi, se muestra demasiado nervioso bajo el fuego -un reportero veterano, le decíamos sin éxito, siente la guerra con los ojos, no con los oídos-, y una sonrisa cómplice ante el modo con que Carmelo Gómez interpreta el papel del cámara de televisión José Luis Márquez; que a mi juicio, y también al del propio Márquez, es una de las mejores interpretaciones de su espléndida carrera de actor. 

Estos días también he visto un magnífico documental de Roberto Lozano -Los ojos de la guerra, se titula- sobre los actuales reporteros. Aparte de removerme algunas nostalgias, el documental plantea una pregunta que me hacen con frecuencia: si echo de menos mis tiempos de reportero dicharachero de Barrio Sésamo, y si el periodismo bélico que se hace ahora tiene algo que ver con el de mi generación, la tribu de enviados especiales que, criados al socaire de viejos maestros como Vicente Talón, Manu Leguineche, Enrique Meneses, Tomás Alcoverro o Miguel de la Cuadra, cubrimos conflictos durante el último tercio del siglo pasado. Y mis respuestas a esas preguntas siempre se resumen en una: no lo añoro porque ya no existe, y el periodismo de guerra actual poco tiene que ver con el de ayer. Entonces te perdías dos meses en África y al regreso tu reportaje iba en primera página; mientras que ahora, si tardas minuto y medio en dar una información, ésta se queda vieja porque ya la conoce todo el mundo. El teléfono móvil, la conexión en directo y el ordenador portátil acabaron con los viejos reporteros. Los enviados especiales de la televisión son ahora bustos parlantes de terraza o ventana de hotel, aunque no sea culpa suya: es imposible salir a la calle a buscar información cuando debes entrar veinte veces al día en directo, y a tus jefes interesa más decir «tenemos a alguien allí, o cerca» que lo que ese alguien cuente; pues la misma información ya circula por la Red desde hace rato, gracias a anónimos reporteros ocasionales que cuentan lo que ellos mismos viven. Además, una guerra bien cubierta resulta muy cara de cubrir, y no están los tiempos para alegrías, ni siquiera en los medios públicos. Más, cuando entre una matanza en Damasco y una final del Barça, la peña -que ésa es otra- prefiere ver el fútbol. 

Sin embargo, viendo el documental de Roberto Lozano, y gracias a las incursiones que a veces hago en blogs de reporteros independientes que andan por esos mundos buscándose la vida a su aire, compruebo con admiración que el periodismo de guerra no ha desaparecido. Se vuelve más individual, tal vez. Más humilde, peligroso y vocacional. Pero allí donde no llegan los grandes medios informativos, siguen llegando algunos hombres y mujeres, jóvenes por lo general, a quienes el ansia de aventura, la vocación, el cara o cruz de palmar o hacerte una reputación si sobrevives, empuja a coger una mochila y jugársela. Prefiero no estar en la piel de sus padres o de quienes los aman. Su vida es difícil; y sus ganancias, escasas. Ninguna aseguradora se hará responsable de su salud o su vida. Y aunque así fuera, pocos podrían permitírsela. Pero ahí van y ahí siguen, los que aguantan la prueba. El mundo es aún más peligroso que antes, la televisión e Internet volvieron peor y más resabiada a la gente que sufre y muere en lugares extremos; y moverse por donde crujen las costuras del mundo es una osadía suicida. Por eso el auténtico periodismo de guerra lo hacen hoy esos chicos y chicas solitarios y valientes, con sus blogs, sus tuiteos, sus mensajes sobre lo que ven y fotografían en lugares hostiles y remotos. Los últimos grandes reporteros siguen sin ser los últimos: tomaron su relevo estos parias del periodismo que con su tesón y coraje, afrontando la falta de medios, la vida incierta, la desgracia y la muerte propias del oficio -tales son las reglas y el precio de la aventura-, desmienten el viejo dicho de que, en toda guerra, la primera que muere es la Verdad.


Visual I























Más imágenes aquí.