Víctimas, 6 de junio: Ovidio Díaz López, Luis Berasátegui Mendizábal y Francisco Javier Zabaleta Aizpitarte

Libertad Digital.



El 6 de junio de 1975 el cabo primero de la Policía Nacional OVIDIO DÍAZ LÓPEZ moría en Barcelona en el transcurso de un tiroteo con un grupo de etarras que acababa de atracar la sucursal número 3 del Banco de Santander, en el número 70 de la calle Caspe. Era la primera vez que ETA provocaba una víctima mortal en Cataluña.
El atraco a entidades bancarias, tanto en Madrid como en Barcelona, fue una estrategia de la rama político-militar de la banda puesta en marcha en la primavera de 1975 con el objetivo de abrir nuevos frentes contra el Gobierno de Franco. De este modo, un grupo de terroristas se instaló en Barcelona, donde realizaron varios atracos a bancos.
Cuando el 6 de junio de 1975 seis o siete terroristas entraron en la entidad bancaria con la intención de robar, había en caja 425.000 pesetas, y una cantidad superior no contada, recién traída por un transporte blindado, estaba en unas sacas tiradas por el suelo. Los miembros de ETA alertaron a clientes y empleados de la sucursal bancaria de que que se trataba de un atraco político. Intimidándoles con revólveres del 38 especial y una metralleta, los pusieron contra la pared y desarmaron al guardia jurado. Pero la alarma interior, conectada a la Jefatura de Policía, fue activada por una empleada y, desde allí, se envió una patrulla que se encontraba en esos momentos en los alrededores de la oficina. Además, justo en el bar de enfrente a la entidad bancaria, el Bar Fausto, dos agentes de la Brigada de Investigación Social estaban tomando café, y también salieron a impedir que se consumase el atraco.
Cuando los etarras abandonaban la entidad bancaria, se toparon con los agentes y se inició un tiroteo que acabó con la vida de Ovidio Díaz, alcanzado por siete disparos, uno de ellos en el corazón. Todos los terroristas, salvo uno que resultó herido, se dieron a la fuga.
Mes y medio más tarde fueron detenidos en Barcelona los etarras Ignacio Pérez Beotegui, aliasWilson, responsable de los grupos especiales de ETA, y Jon Paredes Manot, alias Txiki, sorprendidos por la Policía cuando se disponían a cometer un nuevo atraco bancario. Paredes Manot fue acusado de intervenir en el tiroteo que acabó con la vida de Ovidio Díaz. Fue juzgado en Consejo de Guerra sumarísimo y condenado a muerte. La sentencia se ejecutó en el cementerio de Collserola el 27 de septiembre de 1975. Ese mismo día fueron también fusilados el etarra Ángel Otaegui Echevarría (por el asesinato del guardia civil Gregorio Posada Zurrón) y los miembros del FRAP José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José Humberto Baena. Fueron los cinco últimos fusilados por el régimen de Franco.
Ovidio Díaz López tenía 31 años. Estaba casado y su mujer se encontraba embarazada de su primer hijo. El agente asesinado fue enterrado en La Coruña.
El 6 de junio de 1979 la banda terrorista ETA asesina en Vergara (Guipúzcoa) aLUIS BERASÁTEGUI MENDIZÁBAL, mecánico y propietario de un pequeño taller de maquinaria agrícola.
Luis solía acudir al Bar Andrés para jugar una partida de cartas con sus amigos una vez que terminaba su jornada laboral. Miembros del grupo Iharra de ETA le estuvieron vigilando durante días con el objetivo de atentar contra él.
En torno a las ocho y media de la tarde del 6 de junio, la víctima se encontraba en el bar cuando irrumpieron en su interior dos terroristas con los rostros cubiertos por bolsas de plástico amarillo. Una vez identificado, se dirigieron hacia Luis y abrieron fuego a quemarropa, hiriéndole de muerte. Los agresores, una vez cumplido su objetivo, salieron rápidamente del local y huyeron en un automóvil, robado previamente, que les esperaba con un tercer terrorista al volante.
En 1995 fueron condenados por este asesinato a 29 años de reclusión José Gabriel Urizar Murgoitio, Enrique Letona Viteri, Francisco Martín Robles y Jon Aguirre Aguiriano.
Luis Berasátegui Mendizábal tenía 33 años. Estaba casado y tenía una hija. Algunos de sus vecinos comentaron que la víctima estaba próxima a Fuerza Nueva. Luis era propietario de un pequeño taller de maquinaria agrícola llamado Motosierra. 
El 6 de junio de 1988, ETA asesinaba a tiros en Elgóibar (Guipúzcoa) al empresario FRANCISCO JAVIER ZABALETA AIZPITARTE cuando paseaba, en compañía de dos amigos, por una calle muy concurrida del centro de esta localidad guipuzcoana.
Francisco había estado alternando con unos amigos por diferentes bares de Elgóibar. En torno a las 21:25 horas caminaba por la calle San Francisco con dos amigos cuando tres terroristas se aproximaron a él. Empujaron a los acompañantes a un lado y uno de los etarras le disparó dos veces. La víctima cayó al suelo herida mortalmente. Falleció cuando era trasladado a la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián.
Al igual que en el caso de su amigo Sebastián Aizpiri Leyaristi, asesinado el 25 de mayo, Franciscosufrió una campaña de rumores que le vinculaban al tráfico de drogas. Las banda asesina acusó a Zabaleta en un comunicado público de ser un "agente de la red policial de distribución de droga". En menos de quince días dos vecinos de Elgóibar habían sido asesinados víctimas de una campaña plagada de rumores, mentiras y calumnias. Ambos habían ido juntos al Ayuntamiento de Elgóibar para pedir que se abriese una investigación y se demostrase su inocencia. Pero no les valió de nada.
Sus amigos y familiares, como ocurrió con Sebastián Aizpiri, negaron rotundamente las acusaciones. La viuda de Francisco, Mari Luz, aseguró en Interviú (14/06/1988) que el único objetivo de ETA es atemorizar: "Se lo han cargado para atemorizar, para sembrar el pánico en Euskadi, como cabeza de turco, como falso ejemplo, mintiendo si es necesario (...). Sabían quematando a Patxi dejarían a esta parte del pueblo vasco sumido en el terror". Tras el asesinato de Zabaleta, un vecino de Ondarroa y otro de Elgóibar abandonaron sus hogares temiendo convertirse en las siguientes víctimas después de que ETA les relacionara también con el tráfico de drogas.
En 1991 la Audiencia Nacional condenó a sendas penas de 30 años de reclusión mayor a Jesús María Ciganda Sarratea, Juan Carlos Balerdi Iturralde y Fermín Javier Urdiain Ciriza como autores de un delito de asesinato con premeditación. En la misma sentencia fue condenado a 27 años José María Beristain Urbieta como autor de un delito de asesinato sin agravantes.
En mayo de 2009 la Audiencia Nacional condenó a 27 años de cárcel, como cooperador necesario, a Mikel Ibáñez Oteiza, alias Mikel de Éibar, por facilitar a ETA la información que le permitió cometer el asesinato de Francisco Javier. Ibáñez Oteiza fue detenido en el aeropuerto de París en marzo de 2007, adonde llegó procedente de Uruguay. A partir de ese momento se reactivó el proceso abierto contra él en la Audiencia Nacional en 1989. El etarra tendría que haber cumplido condena hasta 2035, pero fue excarcelado el 14 de enero de 2011 por motivos de salud. Ibáñez Oteiza, con un cáncer terminal, se ha convertido así en el primer etarra excarcelado tras el alto el fuego de la banda hecho público el 10 de enero de 2011.
Francisco Javier Zabaleta Aizpitarte, de 42 años, estaba casado y tenía dos hijos menores de edad. Natural de Elgóibar, era corredor de seguros y empresario hostelero. Cuando fue asesinado regentaba, junto a un primo suyo, la discoteca Guass de Elgóibar. 

Rajoy contra Rajoy

Arcadi Espada.



I
Cuando un político ha dicho que la situación es tan grave que puede obligarle a hacer lo contrario de lo que dijo, debe abstenerse de cualquier pronóstico. Es absurdo e inútil que el presidente Rajoy diga que la banca española no acudirá al Fondo de Rescate Europeo. Él mismo ha explicado hasta qué punto es absurdo e inútil. Cada vez que el presidente hable del futuro le aplastará la losa del pasado.
II
El día 23 del mes corriente Rajoy hizo una petición ante las autoridades europeas: «En este momento si algo necesita Europa es certidumbre. Todos tenemos que tener muy claro que el euro va a estar siempre.» Ninguna autoridad europea le contestó. Ayer insistió en términos angustiosamente parecidos: «Sería muy importante un llamamiento claro sobre la irreversibilidad del euro. Esto es muy importante en estos momentos.» Escribo cinco horas después. Nadie ha contestado. La Bolsa está a niveles de 2003 y la prima de riesgo en un nuevo récord, eso dicen. Y la prima de riesgo es especialmente importante en el día de hoy, porque algún riesgoso habrá de prestarle dinero al Reino de España para que pague el agujero de Bankia. Estas dos súplicas sin respuesta del presidente, en menos de cinco días, son incomprensibles. Insólitas. Devastadoras. En el primer capítulo de cualquier manual para Príncipes se especifica que un político puede hacer una petición de este género a sus superiores solo cuando tenga asegurada la respuesta y que la respuesta será positiva. Es así como se fortalece un líder. Si la respuesta no está asegurada el Príncipe no hace peticiones públicas, sino sorda e irritadamente privadas. Lo contrario es perder autoridad ante los superiores, ante el público y ante los prestamistas. Y, sobre todo, ante la realidad, ante la cruel prima de la realidad: cuando uno pide a los superiores que garanticen la irreversibilidad del euro, y nadie contesta, el euro es ya un poco menos irreversible.
III
El presidente Rajoy solo tiene una casa. La Moncloa. La casa común. Ciertamente a veces podrá volver a su ppisito de soltero: pero solo para fiestecillas partidarias. Cuando tenga que hablar a las autoridades, a los españoles y a los mercados, y aunque sea a través de la odiosa persona interpuesta de los periodistas, debe hacerlo en La Moncloa. Verlo en su estribo del PP solo remite a la travesía de ocho años y tiene un maligno efecto melancólico: no deja uno de pensar lo que aquel Rajoy diría de este hombre disperso y vacilante, que ya parece solo reducido a sus buenas intenciones.
(El Mundo, 29 de mayo de 2012)

La utopía era creer que podíamos seguir así

Javier Benegas.



En el año 1981, el actual presidente, Mariano Rajoy Brey, ya era un político consumado con cargo electo a la temprana edad de 26 años. Desde entonces hasta hoy ha dedicado 31 años –más de la mitad de su vida– a la política. El anterior presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, también fue cargo electo con tan sólo 26 años. Y tras pasar casi dos décadas (18 años) de su triste existenciahaciendo pasillos, obtuvo el premio de ser candidato a la presidencia del gobierno en las elecciones de 2004. Esperanza Aguirre fue concejala del Ayuntamiento de Madrid a los 31. Pero su carrera política empezó cuatro años antes, en 1979, en el Ministerio de Cultura; es decir, cuando tenía 27 años. Sólo uno más que Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Alberto Ruiz-Gallardón fue concejal en la capital de España a los 25 años de edad. Alfredo Pérez Rubalcaba tuvo su primer cargo relevante a los 31, tras pasar años haciendo méritos. Y a los 27, Rosa Díez ya era diputada foral de Vizcaya, aunque su carrera política comenzó tiempo antes.
Esta lista podría ser mucho más extensa, pero basta para explicar que la mayoría de nuestros políticos más relevantes empezaron su carrera entre los veinte y los treinta años de edad y que, a fecha de hoy, llevan varias décadas en ejercicio. No conocen más mundo que los entresijos de los partidos y las servidumbres del poder o, en su defecto, tienen una percepción de la realidad muy alejada del ciudadano común; ese que vive a ras de suelo, donde la vida es implacable y la mentira tiene un precio prohibitivo. Nuestros políticos no sólo accedieron a la política sin haber madurado lo suficiente y sin tiempo para desarrollar la imprescindible empatía hacia esa sociedad a la que, en teoría, debían servir, sino que su ética de la responsabilidad obedece, por fuerza, a criterios perversos. Para ellos, son los partidos –esas organizaciones poderosas y a salvo del escrutinio público– y no los votantes los que les abrieron las puertas de entrada a la política y durante décadas empujaron a sus distinguidas personas, de mejor o peor grado, a alcanzar el poder. Un poder que sólo depende del voto los ciudadanos en última instancia, una vez la suerte está prácticamente echada.
Políticos y mercantilistas: esa gran famiglia
En íntima conexión con esta clase política incombustible y elitista están no pocos grandes empresarios y banqueros. Dadas las similares características que existen entre la élite política y la élite empresarial española y la cercanía que hay entre ambas, las relaciones incestuosas entre lo público y lo privado se institucionalizaron hace tiempo. Un signo más que evidente de ello es el trasvase de ex altos cargos políticos hacia los consejos de administración de muchas grandes empresas, incluidos ex presidentes de gobierno. El resultado de esta relación ha sido que el mundo de los grandes negocios se ha vuelto tan inaccesible y privativo como lo es desde hace mucho la actividad política. Y ambos mundos interactúan entre sí generando no pocos conflictos y problemas a la sociedad, como el vivísimo escándalo de Bankia, cuya factura asciende hasta la fecha a la friolera de 23.465 millones de euros.
Los esfuerzos para favorecer a los pequeños empresarios han sido casi inexistentes. Muy al contrario. Las comunidades autónomas han fragmentado el mercado hasta tal punto que se ha vuelto casi inaccesible para ellos. Esta actitud miope, y en no pocas ocasiones interesada, combinada con una crisis sin precedentes, ha traído consigo una catástrofe que ha devuelto como si fuera un bumerán todos los errores y excesos cometidos, golpeando a la economía en su conjunto y colocando a muchas directivos, que equivocadamente creyeron que la crisis nunca sería tan profunda y prolongada, en una situación cada vez más insostenible y a expensas, en no pocos casos, de la capacidad de aguante de unos bancos que acumulan en forma de créditos incobrables las deudas mil millonarias de la antaño jactanciosa élite empresarial.   
Cuando por fin el valor en Bolsa de las acciones se ha desplomado, los más altos directivos han tomado conciencia de la gravedad de la situación. Y por vía del Consejo Empresarial para la Competitividad, representados en la persona de César Alierta, han saltado a la palestra a defender la solvencia de la economía española; es decir, a gritar a los cuatro vientos que estos buques insignia de la economía española merecen mejor suerte. Y más concretamente, sus señorías. Pero es muy posible que su reacción, sospechosamente voluntarista, haya llegado demasiado tarde. Cinco años perdidos, en la confianza de que sus primos hermanos, los políticos, velarían por sus intereses, son demasiados. Y desgraciadamente para ellos, como decía una cita cinematográfica, no se ven los ojos del demonio hasta que viene a buscarte.
Y a pesar a todo, algo se está moviendo
En cualquier caso, no hay que preocuparse más de lo imprescindible, pues no serán los políticos ni los grandes empresarios, ni siquiera el BCE, los que saquen a España de esta situación desesperada sino la suma de las decisiones acertadas de los particulares. Suceso este que ya está sucediendo, pero apenas se difunde. La España laboriosa, la que vive de su esfuerzo y no detrás de una pancarta, un despacho o un escaño, lleva cinco años adaptándose a la nueva realidad, sacrificándose, poniendo al día sus cuentas y agudizando el ingenio. Descreída de las promesas políticas y los falsos de vendedores de derechos, está asumiendo una fuerte devaluación interna y aumentando a marchas forzadas su competitividad. Está aprendiendo, mejorando y preparándose para un enésimo viaje en busca de la prosperidad perdida.
Para aprovechar la fuerza del impulso que viene desde abajo y convertirlo en un verdadero movimiento hacia arriba de nuestra economía, la Ley de emprendedores debería ser la reforma más crítica y radical de todas. Y aunque sólo sea por una vez en sus 31 años en la política, don Mariano, debe usted renunciar a esa ética de la responsabilidad tan interesada y destructiva y apostar por la convicción más descarnada y vehemente. Es su última bala –nuestra última bala–. Aprenda de ellos y repita mil veces si es preciso, hasta que se lo crea a pies juntillas, aquella frase de Stewart Brandque rememoró el desaparecido Steve JobsStay hungry, stay foolish (sigue hambriento, sigue alocado). En definitiva, échele valor y sea digno por un instante del cargo que ostenta. Apueste por esos pequeños héroes anónimos capaces de hacer las más grandes cosas. No permita que los de siempre frustren la salida de esta crisis por la única vía posible: la de una economía abierta.  

Eurobonos: ¿Qué son? Algunos Pensamientos Aleatorios y Desordenados

Xavier Sala i Martín.

Cuando un gobierno mantiene un déficit fiscal, es que gasta más de lo que ingresa. Para poder hacerlo, alguien le tiene que prestar  la diferencia. El mecanismo que se utiliza para ello es el siguiente: el gobierno y los acreedores (muchos analistas hablan de los “mercados” cuando en realidad quien presta dinero son los acreedores) firman un contrato según el cual, los acreedores prestan X euros al gobierno y, a cambio, éste le da un papelito que dice “el país retornará al acreedor los X euros más un R por ciento de intereses al cabo de 2, 4, 10 o el número que sea de años”. Este papelito se llama “bono”.
En estos momentos en Europa cada país se las apaña para pedir prestado por su cuenta. Es decir, Alemania emite unos bonos, España emite otros bonos y Francia emite los suyos. Como cada país tiene diferentes niveles de credibilidad, los acreedores les ponen diferentes condiciones. Por ejemplo, los acreedores se fían mucho de países como Alemania y Finlandia, por lo que les exigen unos tipos de interés muy bajos, y no se fían de países como España o Italia, por lo que exigen a estos unos tipos de interés muy superiores. La diferencia es lo que se conoce como la “Prima de Riesgo” porque es la “prima” que los acreedores piden para “arriesgar” su dinero prestando a alguien que no es tanto de fiar.
El sistema actual tiene dos tipos de problemas. El primero es que algunos de los países miembros del euro tienen unas deudas muy elevadas (por ejemplo Italia tiene una deuda del 120% del PIB -eso quiere decir que si se utilizara todo el dinero que generan todos los italianos para pagar la deuda del gobierno tardarían 1,2 años en devolver el dinero) o tienen unos sistemas financieros a los que el gobierno se ha comprometido a rescatar, cosa que va a agrandar la deuda pública hasta niveles astronómicos (como es el caso de España). El segundo problema es que los intereses que los acreedores piden a países como España e Italia son muy elevados o al menos son mucho más elevados que los que piden a Alemania.
Para solucionar estos problemas, muchos analistas han propuesto la creación de los “eurobonos”. Es decir, en lugar de que España, Italia, Alemania y cada uno de los países de la Unión Europea vayan a los acreedores por separado, cada uno emita sus propios “papelitos” (es decir bonos) y cada uno pague un tipo de interés distinto, la propuesta es que vayan todos juntos, emitan un solo tipo de papelito (llamado “eurobono”) para que así, todos paguen el mismo tipo de interés. La idea es que si Italia o España no pudieran devolver el dinero, los demás lo tendrían que hacer por ellos (por eso a veces a esos eurobonos también reciben el nombre de “mutualización de la deuda”). Y como Alemania es muy de fiar, el tipo de interés que cobrarían por esos eurobonos sería menor que el que le cobran a España e Italia de manera que España e Irtalia acabarían pagando unos intereses mucho menores con los eurobonos de los que pagan en la actualidad. La otra cara de la moneda es que la probabilidad de que Alemania no pudiera hacer frente a las deudas sería superior si tuviera que ser responsable de las deudas de todos los europeos (la suma total de las deudas de todos los países de la UE es de ¡8 billones de euros!, una cifra elevada incluso para Alemania) y no solo de las suyas, por lo que los intereses de los eurobonos seguramente serían superiores a los que paga Alemania. Dicho de otro modo, los eurobonos harían que los países disciplinados como Alemania acabaran pagando unos intereses superiores y los países indisciplinados acabaran pagando menos. Es decir, los eurobonos son una buena idea para los países (fiscalmente) malos y una mala idea para los países buenos. No es de extrañar que los países fiscalmente buenos se opongan a la idea.
Es más, al abaratar los tipos de interés que deberían pagar los países como España o Italia, éstos dejarían de tener incentivos a mantener una disciplina fiscal (eso es lo que los economistas llaman “Riesgo Moral”). De hecho, una de las razones por la que el país fiscalmente más indisciplinado de toda Europa mantuviera unos déficits al final le han llevado al desastre es que, con la introducción inicial del euro, pudieron pedir prestado en condiciones mucho más favorables de las que merecían. En la medida que el miedo a tener que pagar unos tipos de interés altos, al obligar a los países a gastar una parte importante de sus ingresos en intereses, induce a los países a no endeudarse más de la cuenta, los eurobonos no son una buena idea.
Bonos de Colores
Una alternativa propuesta el Bruegel (un Think Tank belga) es la de hacer dos tipos de bonos. Los primeros que, según la propuesta original, serían de color AZUL serían eurobonos. Los países de la UE podrían transformar en eurobonos todas sus deudas hasta el 60% del PIB. Los proponentes de esta solución escogieron el 60% del PIB porqué ese es el límite de deuda que permite el Pacto de Estabilidad (y lo que permitía el Tratado de Maastricht que imponía las normas para poder entrar a formar parte del euro). El poder transormar esa deuda en eurobonos, los países más indisciplinados verían reducidos los intereses a pagar por toda esa deuda que, insisto, es la cantidad de deuda que permite el Pacto de Estabilidad. Se calcula que para llevar a cabo esta propuesta se necesitarían 5,5 billones de euros (en lugar de los 8 billones que requería convertir toda la deuda en eurobonos).
Toda la deuda por encima del 60% del PIB sería responsabilidad de cada país y cada país la tendría que financiar por sí solo. Los autores de esa propuesta llamaron a ese segundo tramo de deuda “bonos rojos”, unos bonos que pasarían a ser de menor calidad en el sentido de que los acreedores que tuvieran “bonos rojos” solamente cobrarían una vez hubieran cobrado todos los azules (en terminología de finanzas, los bonos azules serían “senior” o principales y los rojos serían “junior” o secundarios). Lógicamente, Italia, con su 120% de deuda vería cómo el primer tramo del 60% sería azul y lo podría financiar a intereses bajos mientras que el segundo tramo, de otro 60% del PIB, se tendría que financiar con bonos rojos a intereses altos. La teoría es que eso induciría a Italia a reducir su deuda hasta el 60% del PIB porque a partir de ahí, la deuda le saldría demasiado cara.
Países como España, con deuda solamente un poco superior al 60% del PIB serían los grandes beneficiados al ver que casi toda su deuda de repente se puede financiar a tipos muy bajos, lo que permitiría utilizar el dinero que ahora se paga en intereses, se utilizara para otro tipo de gasto o para bajar impuestos (esto lo escribo antes de que el gobierno diga cuánto dinero va a tener que usar para rescatar bancos: si la cantidad es considerable, toda ella tendría que ser financiada con “bonos rojos” a tipos altos porqué España ya está por encima del límite del 60% del PIB).
Aunque la propuesta de bonos azules-bonos rojos parece atractiva en un principio, tiene dos serios problemas. El primero, es que al ser los “bonos rojos” de tipo “junior” (es decir, en caso de que un país quebrara, los portadores de “bonos rojos” solamente cobrarían una vez hubieran cobrado todos los “azules”), pasarían a tener un riesgo mucho más alto de impago. En terminología financiera los “bonos rojos” pasarían a ser “tóxicos” por lo que los inversores solamente los querrían si tuvieran un tipo de interés muy elevado. De hecho, se podría dar el caso que el tipo de interés de la deuda roja pasara a ser tan elevado que el país en cuestión acabara haciendo quiebra al no poder financiar nada a partir del 60% del PIB.
El segundo y principal problema de la solución de bonos azul-rojos es que países como Alemania y sobre todo Finlandia, se oponen a ello.
European Redemption Fund
Una tercera propuesta, hecha por el consejo de sabios asesores independientes de Alemania, funcionaría exactamente al revés que la de los bonos de colores en el sentido de que se convertiría en eurobonos solamente la deuda que esté por encima del 60% del PIB y no la que está por debajo. La propuesta alemana, llamada “Fondo Europeo de Redención” de deuda (ERF), consiste en lo siguiente:
Primero, cada país va al mercado de deuda y emite sus propios bonos para toda la deuda hasta llegar al 60% del PIB. Los países que tienen deuda por debajo del 60% quedan fuera del programa (lo que deja fuera a Finlandia, el país que más se opone a mutualizar la deuda). También se quedarían fuera del programa los que están siendo “rescatados” por el European Financial Stability Facility (EFSF) que son Grecia, Irlanda y Portugal. Por lo tanto, los países que podrían participar serían Italia, Alemania, España, Francia, Austria, Bélgica, Holanda, Chipre y Malta.
Segundo, toda la deuda por encima del 60% del PIB se pone en un pozo o fondo común y se financia con eurobonos. Es decir, los 9 países que participan en el programa son corresponsables de devolver el dinero del pozo común. Italia sería el que más deuda pondría en ese pozo (900.000 millones de euros), seguido de Alemania (550.000 millones) y Francia (500.000 millones). España podría poner unos 120.000 millones (antes de contar el rescate de los bancos). Se estima que el total de deuda que acabaría en ese pozo sería de 2,3 billones de euros.
Fijaos que, al reducir la deuda “individual de cada país” al 60% del PIB, en teoría ningún país debería tener problemas para financiar esa deuda por lo que los intereses sobre el primer tramo se reducirían a niveles normales. En cuanto al resto de la deuda, al estar garantizados por los 9 estados (entre los que está Alemania), los intereses del segundo tramo también bajarían.
¿Cómo se pagaría la deuda? Pues bien, en el momento de formalizar el “pozo común”, cada país se comprometería a devolver el dinero EN 25 AÑOS a base de enviar directamente a los acreedores para pagar los eurobonos una parte de su recaudación impositiva. Se habla de enviar una parte del IVA directamente para redimir los eurobonos.  Lógicamente, la parte del PIB que cada país se compromete a enviar es proporcional a la cantidad de deuda que uno ha metido en el pozo: como Italia ha metido más deuda, Italia deberá poner más dinero para devolverla. Es decir, con este mecanismo, los Italianos acaban pagando su deuda, los alemanes la suya y los españoles la suya. Lo que pasa es que los intereses que pagan los Italianos y los españoles son menores que los que pagan con el sistema actual.
Las ventajas de este sistema son las siguientes. Primero, los intereses por el primer tramo de deuda (hasta el 60% del PIB) son menores porque al ver los acreedores que la deuda de la que cada país es responsable es “solamente” del 60% del PIB, la credibilidad de cada país aumenta y por lo tanto, los intereses que se necesitan para financiar esa deuda bajan. Segundo, los intereses del segundo tramo (lo que está por encima del 60% del PIB) también bajan porque se convierte en eurobonos de la que son responsables todos los países que participan del programa. Tercero, se crea un mecanismo que obliga a todos los países miembros a comprometerse a reducir su deuda al 60% del PIB en 25 años. Es decir, de aquí 25 años todos los países del euro FINALMENTE satisfarán los criterios de Maastricht, unos criterios que todos debían haber satisfecho cuando entraron a formar parte del euro pero que pocos satisfacían. Cuarta, los países que más se benefician son también los que más sacrificios deben hacer: Italia es el país que más deuda tiene por encima del 60% del PIB y, por lo tanto, es el que más deuda podrá lanzar en el pozo común (viendo así reducidos sus intereses sobre una mayor cantidad de deuda)... pero, si quiere formar parte de este club de eurobonos, Italia también será la que se comprometerá a enviar directamente a Europa una mayor parte de impuestos. Es decir, el problema del “riesgo moral” se minimiza porque los Italianos (y no el grupo de socios) acaban siendo responsables de su propia deuda.
Quinto, Finlandia, que es el país que más se opone a los eurobonos, queda fuera del programa y, por lo tanto, deja de ser un impedimento. Y sexto, y más importante, la propuesta fue impulsada por el consejo de asesores de Angela Merkel y, por lo tanto, no solo cuenta con el visto bueno de la cancillera de Europa sino que ni siquiera viola la constitución alemana.

Imagine That

Donald Boudreaux‏.



Only human beings have imagination—or so I imagine. Dogs and cats have no imagination; nor do snails or streams; nor do robots or smart phones.
The only evidence I can offer for the truth of my claim is that we don’t observe other creatures or things becoming. We don’t observe Rover or Secretariat seeking to transform their existences in any fundamental way. Humans, however, do imagine futures different from today, and we seek to make these different futures real.
This fact means that society isn’t a mechanism like a wristwatch or a microwave oven. The human economy is not a system infused with tight and unfailingly predictable reaction functions. Analogizing the economy to such a machine might have its benefits, but it also has its costs. And in the study of economics those costs have come to swamp the benefits.
I submit that human imagination and the open-endedness that such imagination imparts to the economy are relevant aspects of reality that economists largely and regrettably have too long ignored. Consider, for example, the economics of natural resources.
The very term “natural resources” sneaks in an assumption about the manner in which humankind relates to the natural environment, an assumption that hides the role of imagination by suggesting that we are much more passive and reactive than we really are.
To describe a resource as “natural” is to imply that it has value to human beings—that it is useful—simply by its nature, simply by its existence. Therefore, with the likes of land, petroleum, and titanium being bestowed on us by nature, our job is merely to gather them up and use them in economically efficient ways.
While the role of entrepreneurial imagination is (sometimes) recognized in devising new products that might be made with natural resources, such imagination is almost never recognized in the creation of the natural resources themselves. But in fact no substance is a truly natural resource. Each thing that we call a “natural resource” is something whose “resourceness” was created by human imagination.
The black smelly stuff that (I imagine) bubbled up into the creek waters of western Pennsylvania back in 1500 BC—and 1500 AD—likely was more of a nuisance than a resource to the people then living there. Petroleum’s “resourceness” required human imagination—someone to say to himself or herself, “Hey, what if I do this with that stuff?” or “I wonder if I can make that stuff perform this task for me.”
To impart “resourceness” to oil required myriad imaginations—imagining not only what useful outputs the viscous, malodorous stuff can be used to make, but imagining also how to get it out of the creeks and ground and deep oceans. The number of imaginings that had to happen to make oil a “natural” resource is staggering.
While any one of these imaginings might not have altered human existence in any noticeable way, the full panoply of them certainly did do so.
Imaginings such as these are utterly foundational to human society. And when we recognize them for what they are, it becomes clear that in reality resources are never “given;” knowledge is never “given;” technology is never “given;” human wants and the ways in which we interpret and react to our reality are never “given.”
The Reverend Malthus committed the most infamous case of assuming to be given what human imagination has since demonstrated should not be so assumed. Malthus failed—as today’s Malthusians continue to fail—to appreciate the reality and the economic productivity of human imagination.
The primacy of human imagination means that resources are not defined strictly by volume, weight, mass, wave frequency, location on the periodic table, or any other category that features prominently in books on physics or engineering. Imagination adds another dimension—a uniquely economic dimension—to any physical “things” that might be regarded as resources.
Only human imagination reveals—or creates—economically central aspects of resources: how resources might be used to satisfy our desires; how they might be located, extracted, stored, processed, recycled; and how they might be made to serve purposes performed by different resources.
None of these indispensable aspects of resources is exclusively, or even chiefly, a function of their physical properties. Human imagination must be mixed with them.
Imagination is not, of course, magic pixie dust that, when sprinkled on a lump of inert physical stuff, transforms it into whatever the human heart desires. The specifics of our physical world do matter. No amount of imagination is likely, for example, to turn cow manure into fine bourbon, or to create life everlasting for us mortal beings.
But . . . But . . . I pause here to confess to you how surprisingly difficult it was to write the previous paragraph—how challenging it was to list plausible examples of the highly implausible. I first wrote, “No amount of imagination will turn water into wine. That achievement really would be a miracle of biblical proportions!” But then I thought, “Why not turn water into wine? Is that prospect truly so unthinkable?”
Knowing of human imagination’s remarkable track record, who can dismiss the prospect that one day some imaginative person (or, more likely, a series of imaginative people) will, after much experimentation, create, say, a powder mix that turns ordinary tap water into a luscious Bordeaux-style wine?
If I—a middle-class American sitting in my office in Fairfax, Virginia—can pull from my pocket a little slab, press a few buttons in a certain sequence, and then video-chat in real time with a friend in New Orleans or Nairobi or, pressing yet another sequence of buttons, download into my little slab a recording of a musical performance from 50 years ago by four lads from Liverpool, what basis have I, or anyone else, to suggest that an inexpensive powder that turns water into wine is a laughable impossibility?
I can easily imagine such a thing really happening, although I personally haven’t an imagination remotely powerful enough ever to enable me to imagine just how to make such an achievement a reality. What I do have—what we all have—is the great good fortune to live in a society that boasts people with such fertile imaginations and that motivates them to unleash their imaginations in ways that allow even those of us without imaginations so fertile to enjoy the fruits of productive, creative imagination.
Human imagination and creativity are, as the late Julian Simon taught, the ultimate resource.

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No queremos volver a la España de los 50


España camina a trompicones, pero inexorablemente, por un sendero que conduce a perder los avances conseguidos por dos generaciones de españoles. En un país donde las familias, las empresas, los bancos y el sector público están excesivamente endeudados, la falta de crédito supone un parón que, si bien gracias al BCE no es por ahora repentino, sí que es dramáticamente real. Los mercados están cerrados a cal y canto y la única financiación que entra viene del BCE, que no solo nos financia la actividad económica sino que también sustituye una acelerada fuga de capitales al exterior.
Ante esta situación, cunde el desánimo y el victimismo entre los españoles incluyendo los editorialistas de la prensa: nosotros lo hemos hecho todo y no nos hacen caso. La culpa de todo, nos explican, es de Europa que en el fondo “no nos quiere”. Esto es una falacia. Tras cuatro años de crisis seguimos con los bancos en situación crítica y dependientes de la financiación del eurosistema (ningún país se ha beneficiado tanto de las operaciones de liquidez como España). Ninguna de las reformas acometidas han alterado sustancialmente un estado insostenible. En vez de ello, las reformas, particularmente las fiscales, han modificado solo los márgenes y, a menudo, en la dirección incorrecta. Las continuas sorpresas sobre la situación fiscal de las administraciones, central y autonómicas, demuestran que España tiene un problema constitucional que pocos consideran y que otros, como el presidente del Gobierno, niegan.
Es por ello que nuestra postura en la negociación con Europa es tan absurda que raya en lo incomprensible: ni el BCE “no nos ayuda” ni nosotros hemos “hecho nuestros deberes”. Contrariamente a lo que nos hacen crear, en Europa ha habido siempre una enorme comprensión hacia España, fruto de la transición y de un liderazgo pasado con visión y capacidad de sacrificio. Pero este respeto está siendo destruido por nuestra infantil amenaza de romper la baraja.

Y es que salirnos del euro, por mucho que resulte tentador, sería, muy probablemente, mucho peor de lo que imaginamos. Los que escuchan el canto de esta sirena nos dicen que eliminaría a la vez la deuda privada y pública y mejoraría la competitividad. La realidad es que, el día después de la salida, la situación sería complicadísima. La nueva moneda se devaluaría considerablemente, los salarios y pensiones perderían gran parte de su poder de compra y todos los productos importados subirían de precio. Al aumentar la carga de la deuda, empresas, bancos y sector público se enfrentarían a la bancarrota. Las empresas, muy integradas en cadenas de valor global, suspenderían pagos con sus proveedores y perderían sus relaciones con sus clientes. Los bancos quebrarían. El pago de bienes importados sería difícil. Además, para dar credibilidad a la nueva moneda, y evitar una hiperinflación en un contexto de descenso de los ingresos, el Estado tendría que proceder a una brutal consolidación fiscal, eliminando de una vez el déficit primario, lo mismo que de momento rehúsa a hacer.
La esperanza que tienen los que sueñan con esta quimera es que España rebotaría en dos años. Y sí, tarde o temprano, lo haría. Pero esa España sería la España de los 50, con ingresos bajos, derivados del turismo, con baja productividad, bajos costes y con un control brutal ejercido por los caciques locales, que controlarían los monopolios de la nueva economía cerrada. Del control de cambios y de exportaciones, aparecería, como en Argentina, una nueva clase privilegiada, estrechamente ligada al poder, nacida del chanchullo, la chapuza y el compadreo. Nosotros no nos reconocemos en esa España, que hemos pasado varias generaciones enterrando. Y como nosotros, muchos otros. Sin ir más lejos, Cataluña y el País Vasco verían su independencia como más atractiva que nunca.
Lo triste es que a muchos de nuestros políticos este escenario no les asusta: una economía cerrada es una economía en la que pueden hacer y deshacer a su antojo, usando las palancas de la peseta para dar dádivas a sus amigos a discreción. Es a los españoles, por el contrario, a los que les conviene mantener el euro, que es la única forma de preservar el mínimo control de los desmanes de nuestros dirigentes.
Nos dirán que no hay alternativa. Mentira: la alternativa es clara. España tiene que hacer su parte, y Europa la suya.
Para empezar, necesitamos cambiar radicalmente nuestra estrategia de negociación con Europa. Este es un juego cooperativo, con ganancias potenciales enormes para todos si encontramos la solución, no un juego de suma cero. En la construcción europea no hay acuerdo posible sin confianza mutua, no hay rescate sin alianza. Contrariamente a la propaganda que escuchamos, Alemania no quiere dominar Europa. El problema es precisamente el contrario, que Alemania desea que le dejen en paz y asegurarse que no se impone una solución en la que le toman el pelo y en la que debe hacer transferencias al resto de Europa hasta el fin de los tiempos.


Segundo, debemos abandonar el populismo. Olvidémonos de Gibraltar: entran más españoles a vivir en Londres en un año que la entera población del Peñón. ¿Queremos hablar de esto cuando empresas cruciales españolas dependen de la voluntad del regulador financiero, energético o aeroportuario inglés? Igualmente, dejemos de clamar a gritos nuestra soberanía en peleas abiertas a pecho descubierto con el BCE —que es el único que provee ahora mismo de financiación a la economía española— y con nuestros socios. La histeria debe pasar a mejor vida.
Y no acusemos a Bruselas por lo que nos piden hacer. Las reformas hay que defenderlas en sí, porque es en el interés de España que el estado sea sostenible. España debe expresar un claro compromiso con la construcción europea y con soluciones que minimicen en lo posible las transferencias a largo plazo. España debe decir un claro sí a Europa, que es lo único que nos protege del peronismo empobrecedor, y que estamos dispuestos a pagar el precio que esto acarrea.
Para ello, necesitamos urgentemente un nuevo gobierno, con apoyo de todos los partidos mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto por políticos competentes y técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera. Este gobierno debe trabajar con tres prioridades. Primero, poner de verdad en marcha las reformas necesarias reconstruyendo la confianza de inversores extranjeros, contribuyentes españoles y socios europeos. Segundo, afirmar, sin ambigüedad, el compromiso absoluto con el euro y la construcción europea. Y, tercero, plantear a nuestros socios, desde la confianza generada por un gobierno coherente y serio, una ayuda económica en condiciones para resolver el único problema que no podemos resolver solos: el agujero creado por la burbuja inmobiliaria en el sistema financiero, a cambio de un control europeo de los bancos rescatados y de un sistema regulador común.
La sociedad española debe decidir qué España quiere. Hay una España posible por la que queremos luchar, una España moderna, con instituciones fuertes e independientes, con un nivel de vida elevado, un sistema educativo abierto pero exigente y con un Estado del bienestar sostenible. Este modelo de España está en su misma esencia ligado a Europa.
Y esta respuesta debería ser obvia, pues ya la dio Ortega hace 102 años en un discurso al club de opinión de Bilbao. Frente a los que acusan a Europa de todos nuestros males, hoy como ayer, España es el problema, Europa la solución.
Jesús Fernández-Villaverde es catedrático de Economía, University of Pennsylvania; Luis Garicano es catedrático de Economía y Estrategia, London School of Economics; Tano Santos es catedrático de Economía y Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia.