Lecturas 30.12.2013

El éxito del capitalismo y la globalización en la lucha contra la pobreza, por Diego Sánchez de la Cruz.
Para entender mejor la importancia de este “salto adelante”, conviene recordar cómo era la vida en Estados Unidos antes de la Revolución Industrial. Apenas 4 de cada 100 hogares tenía fontanería, y la electricidad era aún más minoritaria (2%). En aquellos tiempos, no había tecnologías que hoy consideramos indispensables: internet, telefonía, aire acondicionado, televisión, etc. Algunos trabajadores descansaban los domingos, pero muchos otros dedicaban los siete días de la semana a trabajar. Los automóviles eran un lujo disponible únicamente para el 1% más rico. La salud era precaria: falta de medicinas, prácticas médicas subdesarrolladas y rudimentarias, etc.
El chino cudeiro, por José Manuel Lacasa.
Hay quien todavía piensa que las grandes cabezas nacen, y que por tanto es una cuestión de suerte. Sin embargo, hoy sabemos que las grandes cabezas nacen en muchos sitios, pero que sólo en algunos se les da la oportunidad de aprovechar de verdad su potencial.
Christmas shopping 1958 vs. 2012 illustrates the ‘miracle of the marketplace’ which delivers better and cheaper goods, by Mark Perry.
Next, consider television sets, a fairly common holiday gift. In 1958, American holiday shoppers paid $269.95 for Sears’s “best 24-inch console TV” (see photo above), or 136.34 hours of work at the average hourly wage then. Today you can purchase a Sansui 26-inch LCD high-definition TV (see picture above) on the Sears website for $249.98 (or choose from the several hundred other TVs available), which would be a “time cost” today of only 13.03 hours of work at today’s hourly wage of $19.19, for a 90 percent reduction in the cost of today’s HDTV compared to the 1958 model.
Entrevista a Gregorio Morán, por Antonio Yelo.
Carrillo le cuenta la reunión con Suárez solo a dos militantes. Pero se la cuenta a su manera. Carrillo, veinticuatro horas después de hablar con Suárez, convocó al Comité Central y les comunicó los cambios (bandera, monarquía…). Aquello fue una demostración impresionante de poder para Suárez. Carrillo estaba cambiando cincuenta años de historia del PCE en un día. Con el miedo que se tenía a los comunistas, Suárez quedó encantado al ver cómo Carrillo manejaba aquello. Carrillo liquidó en aquel momento el partido, claro, pero eso a Suárez le importaba un comino. Suárez y Carrillo pactaron hasta las fechas. Buscaron una fecha idónea, la Semana Santa. Y en ese día pactado, Suárez hace exactamente lo mismo que Carrillo: no se lo comunican a nadie. Suárez solo avisa, pero sin desvelar de qué. Pide que el viernes por la noche haya alguien de guardia en información para que todos los medios de comunicación puedan recibir una noticia por si acaso ocurre algo. A Martín Villa, como ministro de interior, se lo cuenta una hora antes. No consulta con nadie. Hace lo mismo que Carrillo.

El Rey se pilló un cabreo monumental. Porque tampoco sabía nada. A partir de ese momento comienza la caída de Adolfo Suárez. Fernández Miranda tampoco tenía ni idea. Y tres años después, cuando me entrevistaba con él para el libro de Suárez, me hizo gracia que, argumentando a favor de que debía haber sido él quién se entrevistase con Carrillo, utilizase además el hecho de que Carrillo y él eran de Gijón. Como si fuera importante para el éxito de la negociación el que los dos fueran de la misma ciudad. Es curiosa la ingenuidad que a veces muestran las personas más inteligentes y calculadoras.
Contra la domesticación, por Juan Abreu.
La lectura me ha civilizado en la medida en que estoy civilizado. Que no es lo suficiente. Aunque no hay que confundir civilización con domesticación. Si de algo estaré orgulloso cuando muera (dejando a un lado que ella me ame, mi mayor orgullo) es de haberme rebelado contra la domesticación.