Terroristas y colaboradores

Si alguien me pregunta por el mal absoluto le hablaría de personas como los nazis o los comunistas, que mataron mucho e hicieron sufrir a millones de personas. Los primeros durante menos tiempo pero de manera muy intensa, y los segundos a lo largo de muchos años y distintos países.

Pero en España tenemos ejemplos de maldad que hielan la sangre. Lean lo que pasó el 4 de octubre de 1980:
El 4 de octubre de 1980 cayó en sábado y Salvatierra, en fiestas, celebraba sus fiestas patronales. Entre las actividades programadas había una prueba ciclista, la carrera del Rosario, para cuya organización habían acudido los tres agentes de la Guardia Civil. 
El tal Fanecas, junto a Makario, Mobutu, Pana, Mikel Lopetegi y Txiki-txiki, decidió asesinar a los guardias civiles encargados de vigilar la prueba ciclista. Ayestaran Legorburu y José Manuel Aristimuño Mendizábal, Pana, mantuvieron antes del 4 de octubre dos encuentros en los que el cura del pueblo, Ismael Arrieta Pérez de Mendiola, les informó del horario y el itinerario de la carrera. El mismo día 4 el cura volvió a reunirse con los dos citados y López de la Calle, Mobutu, señalándoles el lugar en el que estarían sus víctimas. Ayestarán disparó contra Avelino Palma, Mobutu contra Ángel Prado y Aristimuño contra José Luis Vázquez, que resultó herido en un brazo y trató de escapar entre los coches aparcados en el lugar. Aquí intervino el buen pueblo de Salvatierra que alertó a los asesinos: “¡hay uno con vida!” Aristimuño lo descubrió debajo de un coche y lo remató.
Además de cerebro, qué clase de veneno tenían esas personas en la cabeza para gritar lo que gritaron. Esas personas, ¿recuerdan lo que hicieron? ¿Pueden dormir? ¿Cómo se lo explican a sus hijos, familiares y amigos? Sabemos muy bien gracias a Arcadi Espada que "la única relación del terrorismo con el cerebro es el tiro en la cabeza, y tal vez se refieran a eso cuando hablan de autor intelectual". Pero, ¿y los otros? Esos cómplices necesarios.

El nacionalismo ha hecho mucho daño. La gente que ha apoyado y justificado esas atrocidades son igual de culpables que quién apretó el gatillo.